martes, 13 de mayo de 2008

El Rocío ,¿Seña de identidad de todos los andaluces"

El Rocío

CON las imágenes del Rocío se reproduce cada año la misma perplejidad: la romería, convertida en el acontecimiento más representativo de Andalucía, despliega su imaginario irracional y primitivo, ruralizante y fanático, a contracorriente del siglo y la razón, desde la paralización de las ciudades una semana antes para convertir las calles en una serranía imaginaria tomada por las carretas a ritmo de palmas -ole, ole, ole, ole, mantra ritual que se repetirá, hora tras hora, durante días- hasta el salto enajenado de la verja a cierta hora de la madrugada dictada por un soplo críptico que manejan como hechiceros los mozos asilvestrados de la aldea, el júbilo ante la Virgen zarandeada como una estrella del pop entre sus fans más descerebrados y casi volcada a empujones, los rostros en éxtasis como en las ceremonias del candomblé afrobrasileño o los orishas negros ante los altares del dios Olodumare, los padres y abuelos de cualquier edad poniendo en serio riesgo a sus bebés para que rocen a la Blanca Paloma sin el menor estupor de esos Asuntos Sociales que luego denuncian el delito de un cachete, la veneración totémica del simpecado por Pentecostés, la celebración ritual en la madrugada con cantes y bailes entre avemarías y escenas de aquelarre, la televisión pública de una administración con bandera laica volcada a toda parrilla con su retórica mística tan del nacionalcatolicismo, los líderes políticos de la izquierda transmutados allí en los viejos señoritos, y la estela de boñigas, fogatas, papelinas, botellones y el mantra constante suspendido en el aire dulce de las marismas, ole, ole, ole, ole . Naturalmente cualquiera se divierte a su manera por irracional que sea, eso va de suyo, y da igual si se trata de esto o de la Fiesta de la Marmota en Punxsutawney para predecir la duración del invierno, pero si hay que creer, como se ha vuelto a repetir estos días, que «el Rocío es el acontecimiento que más vertebra Andalucía», esto no fortalece precisamente la confianza en la Andalucía del siglo XXI, donde no parece imponerse lo cosmopolita de la Costa del Sol, la sobriedad industriosa de Granada, las vocaciones emprendedoras de Almería, sino la Andalucía más rural y reaccionaria del valle del Guadalquivir, la Andalucía sevillí de blazer y botos, de carreta y catavino, ole, ole, ole, ole.

13.05.2008 - TEODORO LEÓN GROSS. Diario Sur

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