Cuando atraviesan la enorme puerta de entrada, todos miran
hacia arriba. Es un gesto casi instintivo, resulta inevitable no seguir esa
interminable línea vertical que marcan las inmensas columnas desde el suelo
hacia el cielo. Por algo la de Málaga es
la Catedral con los techos más altos de España. Pero Antonio T. del Pino,
segundo organista de la basílica e investigador, avisa:«La Catedral mejor no es
la que se ve, es la que se escucha». Lo dice desde el mismo «corazón» del
templo, el lugar donde ocurría «todo» en otro tiempo: el coro. Allí dos
imponentes órganos gemelos del XVIII escoltan la sillería tallada por las manos
del maestro Pedro de Mena, entre otros. «Son
los órganos más perfectos y más grandes que había en el siglo XVIII en España,
representan la culminación de la edad de oro de estos instrumentos en el país»,
puntualiza Adalberto Martínez Solaesa, que como organista titular de la
Catedral de Málaga sabe bien de lo que habla. «Era evidente que atraerían a los
grandes maestros de órgano de la época», añade el canónigo archivero Francisco
Aranda.
La Catedral de Málaga conserva una de las colecciones más completa de cantorales gregorianos,
alrededor de un centenar desde el siglo XV hasta el XIX. Obras compuestas
para su interpretación durante la liturgia, destacan por sus historiadas letras
capitales y la decoración de sus páginas. Sus grandes dimensiones se explican
porque debían ser leídos desde el facistol colocado en el centro del coro.
Juan Francés de
Iribarren (1699-
1767) fue nombrado maestro de capilla de la Catedral en 1733, y allí permaneció
hasta su muerte. En esos 34 años, impulsó la creación de una sección de música
en el archivo y lo dotó de contenido con hasta mil piezas con su firma.
Composiciones que se mueven desde el villancico hasta las lamentaciones de
Semana Santa, reflejando siempre una gran influencia de la música italiana. Es
uno los grandes compositores españoles del Barroco.
El de Málaga es uno de
los archivos más ricos en cuanto a variedad y cantidad de composiciones,
principalmente del Barroco por la aportación de Iribarren. Hasta 3.000 piezas
de música a papeles se guardan en la torre, partituras que se llamaban así
porque a cada músico se le entregaba una ‘particella’ con las indicaciones
expresas para su instrumento.
Los villancicos,
literatura culta en castellano
Es el género con mayor presencia en el archivo de la Catedral
malagueña. De las 3.000 piezas catalogadas, alrededor de un tercio son
villancicos. Se trataba de una literatura culta, con letras que se encargaban a
reputados poetas, pero en castellano. Esto los hacía más cercanos al pueblo, al
que se le repartían pliegos para que pudieran seguir el contenido mientras el
coro cantaba. Varios se conservan aún en
Málaga. Pese a que hoy se cantan en exclusiva en Navidad, en siglos pasados se
asociaban también a la Inmaculada Concepción y a las fiestas al Santísimo, como
el Corpus Christi.
Eduardo Ocón, el autor
que vivió y murió en la Catedral
Toda su vida estuvo vinculada a la Catedral, donde se
conserva parte de su obra religiosa. Tanto es así que Ocón (1833-1901) murió de
pulmonía en su torre. Aquí comenzó su carrera musical bajo la tutela del
maestro de capilla Mariano Reig. En 1854, obtuvo por oposición la plaza de
segundo organista; puesto que ocupó hasta 1867 cuando se marcha a Madrid.
Regresaría años después, impulsando la actividad y la formación musical desde
la Sociedad Filarmónica y con la creación del Conservatorio de Música en la,
todavía hoy, Sala María Cristina.
Los mayores órganos del
Barroco español están en Málaga
Ahora un mecanismo insufla aire al órgano, pero hasta hace no
mucho dos personas hacían esa función. Salvo eso, todo lo demás en los dos
inmensos órganos que flanquean el coro de la Catedral funciona igual que en el
siglo XVIII. Los construyó Julián de la Orden, que poco tiempo atrás había
levantado otros dos en Cuenca. En Málaga, acababa de finalizar la construcción
de la Catedral con siglos de retraso y el cabildo quería dotarla de un
instrumento acorde a la grandiosidad de la obra. El Obispo Molina Lario decidió
donar el segundo. Hoy son los mayores
órganos construidos en el Barroco español que se conservan.
Siguiendo la teoría de Del Pino, si esto es lo que se
observa, ¿cómo será lo que se oye? «El
archivo musical es de los más ricos de España, sino el que más», responde
Aranda. «El nivel de la música está en consonancia con la grandiosidad del
templo. El archivo de la Catedral de Málaga es uno de los mejores exponentes de
todo el siglo XVIII hispano», asegura el segundo organista de la Catedral.
Una de las torres del templo conserva ese tesoro ‘invisible’
al que solo se accede cuando los instrumentistas le dan vida. En su interior se
guardan cien cantorales gregorianos desde el siglo XV hasta el XIX, una
veintena de cantorales de polifonía –que son más difíciles de encontrar– y más
de 3.000 obras de música a papeles. De ellas, casi mil llevan la firma de Juan Francés de Iribarren (1699-1767).
Incluido en la lista de los grandes compositores españoles de
los dos primeros tercios del siglo XVIII, Iribarren impulsó la creación del
archivo musical a lo largo de sus 34 años como maestro de capilla en Málaga.
Detectó que algunos de sus antecesores en el cargo se llevaban consigo sus
obras cuando se marchaban de la ciudad, otras se las quedaban sus herederos o
se perdían por el camino. Por eso, establece que lo que se escriba para la
Catedral de Málaga se quede en la Catedral de Málaga. A pesar de su creación
tardía, en 1737, en el archivo hay piezas con más de 500 años de antigüedad,
cantorales de gran tamaño con múltiples adornos e historiadas letras capitales.
«Eran motivo y emblema del prestigio del cabildo», apunta Del Pino.
El Padre Gámez, que dirigió la Schola Cantorum del Seminario
y fue de los pioneros en la puesta en valor del patrimonio musical de Málaga,
resalta que el valor de los fondos que se conservan reside en «la riqueza de
los distintos músicos que han pasado» por la ciudad. Antes de que Iribarren
pusiera las bases del archivo, la Catedral tuvo a maestros de capilla como Cristóbal de Morales (1500-1553), «un
polifonista clásico de una gran altura y calidad». Está considerado el
principal representante de la escuela polifonista andaluza y uno de los tres
grandes de la composición polifónica española del Renacimiento, junto con Tomás Luis de Victoria y Francisco Guerrero,
quien también pasó por Málaga. «Eran los mejores de su época», destaca el Padre
Gámez.
Pero la capilla musical malagueña fue ganando en importancia
con los años, hasta alcanzar su momento álgido en el XVIII. Tanto es así que en
ese tiempo Juan Francés de Iribarren encargaba las letras de los villancicos a
reputados poetas de la Corte en Madrid. Hay que tener en cuenta que el
villancico –de los que hay un millar en Málaga– era el género más cercano al
pueblo al estar en castellano y no en latín. Se interpretaban por eso en
momentos muy concretos en los que se quería transmitir un mensaje con claridad:
además de en Navidad, como hoy, se cantaban también en la Inmaculada y en las
fiestas al Santísimo, como el Corpus Christi.
Iribarren se convirtió en una figura de prestigio que se
disputaban las catedrales. Sin salir de Málaga, recogía en sus creaciones
influencias de la música europea del XVIII tomando como referencia copias
manuscritas de grandes maestros. De ahí que en Málaga exista un ejemplar
impreso de la edición príncipe de ‘Las Sonatas Op. V’ de Corelli o una copia
manuscrita del ‘Stabat Mater’ de Pergolesi. La Catedral de Valladolid le
ofreció ser maestro de capilla en 1741 y el cabildo de Málaga tuvo que subirle
el sueldo para evitar su marcha.
Pero lo mejor estaba por venir. Iribarren tuvo que
desarrollar su trabajo en una Catedral inacabada, en obras y con un pequeño
órgano. Quince años después de su muerte, la faraónica construcción se dio por
concluida (año 1782, más de dos siglos después de su inicio), incorporando ya
los órganos más grandes hasta la fecha realizados por Julián de la Orden. Dos
órganos nuevos y gemelos, «que dan una estereofonía increíble», y con los que
pudo trabajar su alumno Jaime Torrens. Se generó entonces una «fiebre
compositiva» y si hasta entonces la responsabilidad de crear obras correspondía
únicamente al maestro de capilla, a finales del XVIII son los propios
organistas quienes sin tener la obligación escriben también sus partituras.
En Málaga, además, se produce en ese momento algo inédito de
lo que no quedan registros en el resto de catedrales españolas: además de las
obras para dos órganos que también existían en otras basílicas, se crean conciertos para órgano y orquesta.
Los hace en primer lugar José Barrera
(1729-1788), organista de Cuenca que llega a Málaga invitado por el propio
fabricante de los instrumentos, que diez años antes construyó dos instrumentos
similares en la ciudad manchega. «Al probarlos y ver que son mejores, mayores y
más perfeccionados que los que había en su ciudad, decide quedarse en Málaga»,
explica Del Pino. Siete conciertos son suyos y otros once llevan la firma de su
coetáneo Esteban Redondo. Esto demuestra que se trataba de una «capilla
solvente que suscitaba el interés» de los autores.
Todas esas piezas fueron escritas hace más de 200 años para
los dos órganos que usted ve nada más entrar en el templo. Tal cual están. Solo
se ha sustituido el fuelle manual con el que dos personas insuflaban aire al
instrumento por uno automático, el resto está igual que en el XVIII. Las
partituras, además, incluyen indicaciones precisas de cómo deben ser tocadas
atendiendo a las características de esos instrumentos. Con las notas
originales, las anotaciones de su autor y el instrumento sin modificar,
«podemos hacer una reconstrucción sonora muy cierta de cómo era la música en la
Catedral malagueña en el XVIII, y era formidable», precisa Del Pino. «Es
apasionante, es un mundo de una satisfacción enorme», añade Martínez Solaesa.
La Capilla de Música Maestro Iribarren rescata el legado
musical
La música solo tiene sentido cuando se interpreta. De nada
sirve tener una colección de partituras de gran valor histórico si nunca más
vuelven a sonar. Para investigar, interpretar y difundir el legado musical de
la Catedral, el malagueño Antonio T. del Pino fundó hace ahora diez años la
Capilla de Música Maestro Iribarren. En los dos últimos años, esta agrupación
ha asumido el reto de organizar los conciertos de Navidad en la Catedral,
desempolvando partituras inéditas o pocas veces interpretadas desde hace dos
siglos. Tal y como se hacía entonces, el programa se recoge en pliegos que se
reparten entre los fieles para seguir las letras.
Algunas piezas las han registrado en una colección titulada
‘Monumentos sonoros de la Catedral de Málaga’, que ya cuenta con dos discos en
el mercado (producido por Esirtu). Es un trabajo «largo y costoso» que empieza
en el archivo «buscando material interesante» que llegue al público de hoy para
transcribirlo y ensayarlo. Del Pino, segundo organista de la Catedral, ha recuperado
en versión concierto más de 30 obras de Iribarren, mientras que como
investigador (realiza su tesis doctoral en la Universidad de Jaén en régimen de
cotutela con el Pontificio Instituto de Música Sacra de Roma) profundiza en las
24 ‘Lamentaciones de Semana Santa’ del maestro que hay en Málaga.
Muchas no se interpretan desde el tiempo en el que fueron
escritas. Como indica Martínez Solaesa, el maestro de capilla era «un hijo de
su tiempo» que reflejaba las modas musicales de la época. «Hay piezas del XVIII
que dejaron de ser habituales, que pasaron de moda o que incluso fueron
prohibidas», detalla. De hecho, hasta bien entrado el siglo XX se ha cantado
una música que ahora solo se escucha en conciertos porque la liturgia se hace
ya en castellano. «Pasarán cien años y esa música, al no reproducirse, pasará
al olvido y será objeto de la investigación y curiosidad», vaticina Martínez
Solaesa.
Pero la memoria de Iribarren y Torrens, como máximos
exponentes de la música Barroca en Málaga, siempre ha estado presente. Los
grandes compositores y musicólogos malagueños de los siglos posteriores
reconocieron el valor de sus creaciones. Durante el siglo XIX, cuando los
paradigmas musicales iban ya por otro camino, Eduardo Ocón transcribió alguna
obra del maestro navarro. A finales de ese siglo y principios del XX,
musicólogos como Rafael Mitjana llamaron la atención sobre su producción, «pero
con la escasez de medios de esos años, poco o nada se hizo», explica Del Pino.
Ya en los años 70 el Padre Gámez dedicó su discurso de ingreso en la Academia
de Bellas Artes de San Telmo al maestro Iribarren, llevando de nuevo sus
composiciones al directo con distintas agrupaciones. Hoy, además de la
malagueña Capilla de Música Maestro Iribarren, la Orquesta Barroca de Sevilla o
Al Ayre Español han grabado algunas de su partituras que se conservan en
Málaga. La Catedral se sigue escuchando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario