miércoles, 13 de octubre de 2010

El alcalde confesó que el video de la candidatura 2016 no estaba a la altura.

El debate real tras lo de 2016

12.10.2010 - TEODORO LEÓN
Está por entender por qué en Málaga aún no se sabe qué hacer con el Guadalmedina. Después de dos décadas, no se ha resuelto nada. No se trata de la financiación, impensable ahora bajo el plomo de la crisis, sino literalmente no saber qué hacer. Hay diez o veinte teorías, desde mantener su estado de rambla a tiempo parcial, o buscar la solución técnica para mantenerle una lámina estable de agua que le dé fisonomía de río aliviando el paisaje urbano con el encanto de una 'promenade' fluvial, o crear un parque en el cauce canalizado, o embovedar el río al modo de Niza y otras grandes ciudades mediterráneas creando un bulevar para coser mejor la ciudad. Este es un proyecto nuclear para la ciudad, pero ni siquiera ha pasado del 'brainstorming' básico en las tribunas de opinión. Algo de eso ha ocurrido también con el Puerto, donde el debate más intenso ha tratado de supermercado sí o supermercado no en un local comercial, muy propio de una Capital Cultural Europea. O los Baños del Carmen, con su encanto decadente sobre la bahía y sobre décadas de indiferencia; o Alcazabilla, ese maravilloso paseo entre un palacio neoclásico y una torre mudéjar a través de un teatro romano, una alcazaba árabe, un adarve medieval y algún palacio renacentista, cuyo trazado sigue pareciendo la pista de aterrizaje de un viejo aeródromo militar.

Cuando una ciudad arrastra ese lastre, tiene un problema de compromiso consigo misma además de un problema de liderazgo. En los proyectos de transformación de las ciudades siempre se trata de esto. En Málaga hay un alcalde débil, un centralismo envenenado de la autonomía, una sociedad mayoritariamente indolente. Desde hace tiempo es absurdo preguntarse si el alcalde es víctima o parte del problema; si los proyectos bloqueados en Málaga por conflictos desleales entre administraciones vienen de Sevilla o Madrid a Málaga o van de Málaga a Sevilla y Madrid. La respuesta es sí a todo. La polarización partidista -para la derecha, todo es culpa de la izquierda, y viceversa- supone otra cara más del problema real: una ciudad aferrada al victimismo que se conforma con el imaginario de un culpable, siempre otro, y al final se traga sin más los fracasos o los proyectos atascados sine die sin preguntarse por qué y sin pedir a los responsables que pasen por taquilla.

Nota bene: Ayer, tras dos semanas, el alcalde confesó que el video de la candidatura no estaba a la altura. Es, ahora ya sí, la primera autocrítica. Quizá dentro de dos semanas, admita los errores en el fichaje del equipo. Y en otras dos semanas, quizá aflore el problema de confiar en lobbistas de medio pelo. De miniconfesión en miniconfesión, quizá para el 2012 haya una idea de lo que ocurrió. O, una vez más, no.

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