lunes, 15 de noviembre de 2010

Málaga tiene un interesante patrimonio arqueológico; infraestructuras museísticas; esa larga calle de la N-340 que podía conectar las ofertas con la capital y viceversa; gestores y creadores en diferentes disciplinas y una universidad cuyos jóvenes, que brillan por su ausencia en los actos culturales, son un potencial que puede reactivarse.

La cultura como marca

GUILLERMO BUSUTIL
LA OPINION DE MALAGA
Málaga tiene resaca cultural y no hay Bloody Mary que lo remedie. Los patronos de la Fundación 2016 están como la original fachada falsa que envuelve las obras de La Aduana. Es decir, con mareos, taquicardia, la cara hincada, la boca seca y un terrible dolor de cabeza. Estos síntomas se deben a que mezclaron, con excesiva euforia y en poco tiempo, bebidas de mala calidad y sin tener el estómago preparado. Cualquier médico lo certificará después de ver el famoso video, el eslogan copiado a Cantabria, la pelea de egos y la escasa dimensión europea del proyecto. Con un estado carencial así, es normal que la mayoría de los patronos no quiera oir hablar de la fiesta en la que la cultura fue la peor parada. Sufrió un coma etílico del que sólo se repondrá con descanso, vitamina B y agua, mucha agua. Sólo el Ayuntamiento quiere volver a la barra o a la pista; el resto de las instituciones argumentan (válido es su criterio) que no tiene sentido costear una Fundación con la tensión baja cuando ya existe la Fundación Ciedes. Es verdad que pocos saben bien a qué se dedica o qué hace este invento de Celia Villalobos, creado en su día para desarrollar el II Plan Estratégico de Málaga. Un Plan que sustituyó al primero, elaborado a comienzos de los noventa y en el que participaron los verdaderos gestores de la cultura, escasos pero profesionales, autocríticos e ilusionados, junto con los creadores que llevan años formando parte activa de la cultura contemporánea e independiente, desarrollándola dentro y proyectándola fuera en algunos casos, sin demasiado reconocimiento en esta tierra. Este Plan I se quedó en dique seco y le siguió el que tampoco la Fundación Ciedes puso en marcha.

Este ejercicio de memoria, al que Málaga es tan poco proclive como ha demostrado con El Plan Especial del Puerto (que ayer eran blanco, hoy negro y mañana gris marengo) entre otros proyectos, explica el fracaso e invita al pesimismo. Es evidente que las instituciones públicas y privadas de Málaga nunca han priorizado, más allá de un dinero testimonial, un objetivo cultural bien construido y articulado y está claro que se debe a que nunca han tenido claro un concepto cultural. Se han abierto interesantes espacios, pero estos no dialogan entre sí -por la absurda y nefasta politización de la cultura-. Se contó igualmente desde el poder -público y privado- con los gestores culturales, pero casi todos salieron trasquilados por la autoritaria mediocridad y miopía de los dirigentes (ver lo que acaba de ocurrir en Granada con el Centro José Guerrero) y por las acosadoras voces de la envidia que habitualmente disparan contra cualquiera que saque cabeza. Han aumentado los eventos atractivos pero la participación deja mucho que desear. También se ha hablado mucho del binomio turismo/cultura, pero nadie ha sabido convertir la cultura en un circuito con una programación global; en un yacimiento de empleo o un motor económico y menos aún en una Marca. Entre otras cuestiones porque se sigue invirtiendo poco en cultura; porque está muy arraigada la mentalidad cateta del nuevo rico que busca la ostentación y la cantidad más que la esencia y la calidad; porque cada camarilla hace la guerra por su cuenta. Una lástima, porque Málaga tiene un interesante patrimonio arqueológico; infraestructuras museísticas; esa larga calle de la N-340 que podía conectar las ofertas con la capital y viceversa; gestores y creadores en diferentes disciplinas y una universidad cuyos jóvenes, que brillan por su ausencia en los actos culturales, son un potencial que puede reactivarse. Todo esto no sirve de nada si no se acepta primero que la cultura no es un eslogan ni un pin ni una asociación ni un colectivo ni una gallina de los huevos de oro ni tampoco una Fundación. La cultura es un concepto y una estrategia de trabajo. Una vez que esto se tenga claro se puede empezar a construir una futura realidad que requiere gestores solventes, inversiones, participación de ciudadanos y creadores, sin egocentismos, plazos fijos y discursos que luego se contradicen. Este es el camino y también el horizonte. ¿Lo veremos de verdad algún día o seguiremos combatiendo la resaca antes se volver a mezclar el alcohol barato de la exaltación y los cantos de sirena? Esperemos que el Bloody Mary obre el milagro.

1 comentario:

Antonio Ruiz dijo...

La cultura está para quien la busca, pero no se encuentra en la conciencia colectiva, pues la imposición de valores actuales como inmediatez; miedo; individualismo o avaricia la hacen incompatible.
La cultura se toma prestada para ser devuelta y enriquecida, pero ésta no encaja en la generalidad del modelo actual y se embrutece convirtiendola en un artículo más de comercio.
Málaga tiene un interesante patrimonio en el desván. Esperemos que para cuando lo encontremos no lo hayan derribado para construir un aparacamiento.