jueves, 10 de febrero de 2011

Polémica sobre el Thyssen.Contraste aliado o enemigo.El alcalde define el proyecto como una combinación acertada de buena arquitectura. Los especialistas aseguran que la obra rompe con el entorno. El vecindario, desencantado(ENLACE)

LUCAS MARTÍN. LA OPINION DE MÁLAGA
 La discusión es nueva, pero también crónica. Cada vez que un edificio contemporáneo acaricia la piedra ilustre a la ciudad le salen chispas. El Museo Thyssen, que apenas acaba de descubrir su estructura, no ha sido una excepción. La contigüidad de una de sus fachadas, perteneciente al ala administrativa, con la iglesia del Sagrado Corazón, de trazos neogóticos, convoca, a partes casi idénticas, el guiño y la crítica. Se habla en lenguajes de extremos. Del acierto a la aberración arquitectónica. La obra no ha pasado desapercibida.



Después de la crítica de IU, inspirada en un artículo publicado en este periódico por Salvador García Aranda, presidente de la Asociación Málaga Monumental, la palabra ha pasado a los arquitectos y, por supuesto, también a los responsables del proyecto. El alcalde, Francisco de la Torre, defendió ayer la proximidad de ambos edificios, a los que aludió como una feliz combinación de estilos. «La convivencia de buena arquitectura de antes y después siempre da buenos resultados», puntualizó. Inquirido por la polémica, De la Torre ofreció algunos detalles que explican la cercanía del templo y la pinacoteca. El proyecto necesitaba espacio y los jesuitas, propietarios de la iglesia, condescendieron con el uso de una parte de la plaza. Un dato que, sin embargo, no suprime las reservas, al menos, desde una perspectiva estética.



A Francisco San Martín, arquitecto, le parece un tanto obsesiva la tendencia a repudiar todo lo que huela a modernidad en los entornos patricios. No obstante, en este caso, mantiene una visión equilibrada y crítica. Deduce que la intención de los autores del Thyssen, Rafael Roldán y Javier González, se asienta precisamente en resaltar la iglesia, lo que relaciona con el tono blanco y escaso en relieves de la fachada. «Otra cosa es el resultado, que sí es cierto que produce un contraste muy fuerte». La solución que dibuja es armonizar el encuentro entre ambos conjuntos a través de una estructura intermedia y vegetal, una especie de paño verde que suavizaría el enfrentamiento de estilos.



De una visión radicalmente distinta es Antonio Díaz, que asumió la rehabilitación de la cerería Ojeda, una casona del siglo XVI que ha acabado integrada literalmente en el museo. El especialista percibe una voluntad manifiesta en que la pinacoteca destaque por encima del entorno. Asegura que ha roto con la escala urbana del barrio, lo que, precisa, «no es bueno, ni malo, simplemente queda la incógnita de cómo se adaptará el contexto al nuevo hito». Díaz cree que la reforma será positiva para el turismo, pero sugiere una reflexión que apunta más al modelo de ciudad que a un único edificio. «Está claro que vendrán turistas, pero no tanto que se contribuya a recuperar la vida del Centro», precisa.



La antítesis del Museo Picasso

Para ilustrarlo, menciona la propuesta de recuperación de las pinturas murales que subyacían a buena parte de los edificios del entorno. Una iniciativa que finalmente no se llevará a cabo, o al menos no en los términos unitarios que reclamaban algunos expertos. Entre ellos, Salvador García Aranda, que acusa a los promotores del museo de destruir un edificio decimonónico y perfectamente integrado con la arquitectura del barrio. El experto cree que el diseño es poco menos que la antítesis del Museo Picasso, al que elogia por saber relacionar tradición y vanguardia. Los vecinos tampoco parecen muy entusiasmados con los cambios. María José Soria, presidenta del colectivo, se mostró ayer indignada por el efecto visual sobre la iglesia de Guerrero Strachan y Rafael Prado, presidente de los hosteleros, habló de oportunidad perdida. «Se podía haber retranqueado y recuperado la plaza, pero hablar es fácil», dijo.

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