La Mundial , de Eduardo Strachan , vista por Luis Ruiz Padrón |
Que no. Que el debate sobre la Mundial no es ese, por mucho
que los zorros lo planteen en esos términos manidos, mientras merodean
alrededor del gallinero. Es más: cada vez que ciertas voces del entorno ladrillero-empresarial
invocan la palabra «progreso», en alguna parte del mundo arde una biblioteca.
Todavía gozan de predicamento en determinados sectores las ideas decimonónicas
higienistas, propias de los tiempos del tifus y del cólera, que asocian antigüedad
y patrimonio con lastre y ruina, y fomentan activamente la conexión mental de
esos conceptos. Sin embargo es la Unesco –ese nido de adolescentes románticos
ávidos de detener la maquinaria del progreso– quien dice que «el patrimonio
urbano genera rendimientos muy superiores a los de las zonas desprovistas de
interés cultural o histórico», y plantea la idea de paisaje urbano histórico
que «va más allá de la conservación del entorno físico para abarcar el entorno
humano en todos sus aspectos, materiales e inmateriales», mientras recomienda
«definir los objetivos y las acciones de conservación a través de una
planificación participativa y en consulta con las partes interesadas» y
«evaluar la vulnerabilidad del patrimonio urbano frente a las presiones socioeconómicas».
La Unesco, esos perroflautas. El caso de Hoyo de Esparteros no trata de
modernidad frente a conservación: es especulación.
Rafael Moneo, el arquitecto que ha dado forma al desmesurado
aumento de volumen y a la destrucción del trazado urbano urdidos por la
promotora, ha venido a Málaga a explicar las bondades del proyecto; un gesto
innecesario ya que los actores han reformulado ahora la cuestión de modo más
sincero, lo cual se agradece: si queréis que os devolvamos vuestra ciudad, el
rescate que tendréis que pagar será muy cuantioso.
Publicado en La Opinión de Málaga
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