Histórica estación de ferrocarril de Málaga tras su remodelación de 1965 |
Francisco Mejías, de 75 años, es el último trabajador de la
Vers con vida que realizó la remodelación de la marquesina de Renfe de 1965 que
sustituyó parte de las piezas originales de la década de 1860. Calderero de
profesión, se encargó de la fachada mientras su padre, Francisco, fabricó las
cerchas.
En el pasado pleno municipal de octubre, un emocionado
Francisco Mejías reivindicó el trabajo de los obreros de la Vers de hace medio
siglo, en la remodelación de la marquesina de Renfe, la original de hace 150
años.
«Nunca me había visto delante de tantos señores», recuerda. A
sus 75 años, es el último trabajador con vida de la Vers que realizó este
ambicioso encargo, que tuvo lugar entre 1964 y 1965. Empleado del famoso taller
desde los 14 años y hasta el cierre en 1975, llegó a maestro calderero. A él le
encargaron remodelar la fachada mientras que su padre, Francisco, maestro
soldador, se encargó de las cerchas.
«Fue una modificación porque la estación original se habría
quedado demasiado antigua. El proyecto se hizo en la central de la Vers en
Villaverde. En los talleres de Málaga hice todo el frontal de la marquesina
mientras que mi padre hizo las cerchas», resume.
La obra de remodelación respetó la parte inferior, los
pilares de hierro forjado francés originales de la década de 1860 por un
consejo técnico de su padre, recuerda Francisco: «Dijeron que había que hacer
nuevos pilares porque no resistían las cerchas y entonces mi padre dijo que no
hacía falta hacerlos nuevos y se pusieron unas placas deslizantes para la
dilatación».
Francisco Mejías fue desde el comienzo un trabajador
eficiente y con un don especial para la calderería. De hecho calcula que el
frontal lo terminó en unos seis meses. «Yo veo un dibujo y ya lo tengo en
mente, ya sé cómo se tiene que construir», cuenta.
Gracias a su habilidad y entrega, el joven Francisco fue
enviado por la Vers a países como Alemania, Francia o incluso Bolivia, donde
trabajó seis meses en el nacimiento de un ingenio de azúcar. Su padre, por
cierto, participó en la obras de la Azucarera de Málaga y con él coincidió en
la de la Azucarera de los Larios de Torre del Mar. También realizó un ingenio
para Cuba aunque sin desplazarse a la isla.
De la Vers a Sudáfrica.
El cierre de la Vers le condujo a la capital de Sudáfrica a trabajar en
una refinería y luego pasó ocho años en la malagueña fábrica del Amoniaco. Su
último destino, una fábrica de cerámica en Santa Rosalía, hasta la retirada
forzosa a los 50 años por su estado de salud: «Es un trabajo duro, así tengo
los huesos y el pulmón. Las chapas se doblaban a base de manubrio, es un
trabajo de fuerza que en aquella época no me pesaba pero los años ya pesan»,
confiesa.
Francisco vivió con amargura el desmontaje de la antigua
estructura de hierro con piezas del XIX y la mayor parte, salidas del trabajo
de él y de su padre. La estación actual, reconoce, no le gusta en absoluto y
como recordó en el pleno de octubre, la antigua estación lleva diez años
incluida en el catálogo general del Patrimonio Histórico de Andalucía, junto
con los pabellones de entrada y salida de viajeros.
En octubre, tras su intervención, los grupos aprobaron por
unanimidad que la marquesina de Renfe vuelva a un lugar digno. El malagueño
Francisco Mejías lo tiene claro: «Me gustaría que se pusiera en la estación,
por lo menos el frontal. No quisiera morirme sin verla. Para mí es una
reliquia». En el pleno fue más allá: «Pertenece a todos los malagueños y como
recuerdo a la memoria de mi padre, D. Francisco Mejías Cantero, y a la de otros
profesionales de la metalurgia malagueña que ya no están con nosotros».
18.12.2015 La Opinión de Málaga
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