Proyecto para el Guadalmedina de José Seguí |
El arquitecto ganador del concurso de ideas para el río que
divide la ciudad reflexiona sobre la necesidad de realizar la actuación que
califica de estratégica para el desarrollo y futuro de Málaga
A pesar de que el concurso del río Guadalmedina se convocaba
como una consulta pública de ideas, sin ningún tipo de compromiso de premio o
de ejecución de la propuesta ganadora, no dejaba de tener un enorme interés por
la circunstancia de ser la primera vez (creo recordar) que las administraciones
públicas consensuaban la convocatoria de un concurso de «urbanismo» para
nuestra ciudad de Málaga. Por ello, entendíamos que esta convocatoria era algo
más que un típico concurso de una propuesta puntual, sino por el contrario una
consulta de mayor repercusión estratégica y social para la ciudad. Esta inédita
y comprometida decisión de realizar una consulta pública urbanística por parte
de las administraciones para una pieza tan importante de la ciudad estaba
respaldada por la Fundación Ciedes y cuyos miembros representantes oficiales de
las diferentes entidades públicas y privadas de la ciudad se constituían en
jurado del concurso junto con una amplia comisión técnica nombrada por todas y
cada una de dichas entidades. Hubiera sido complejo imaginar de otra manera,
por las especiales condiciones públicas que se solicitaba en este concurso del
río Guadalmedina.
Además de una cierta obligación moral de acudir con
generosidad a este singular concurso, por sus connotaciones urbanísticas de tan
gran calado, para nosotros fue también una excusa para poder aportar algunas
ideas que iban a poner en crisis ciertos planteamientos urbanísticos
actualmente vigentes en la ciudad. Desde la excesiva simpleza de las dos
alternativas que se estaban barajando de «embovedado» ó «ajardinamiento» del
cauce del río, hasta la repercusión que iba a tener sobre unas determinadas
decisiones del vigente Plan General que en su corta vida de vigencia ha
mostrado una cierta debilidad en sus planteamientos urbanísticos. Era difícil
limitarse exclusivamente a las ordenaciones del río sin tener en cuenta la
repercusión en la ciudad, porque «ciudad y río» van implícitamente unidos y las
decisiones que se tomaran en el río iban a sobrepasar su propia delimitación
física repercutiendo también en la ciudad.
Dos principales cuestiones se han tenido en consideración en
la propuesta: por un lado, reconocer que el problema de la presa del Limonero
es una cuestión de «gestión» de la misma, ya que inicialmente fue concebida con
el objetivo de regular el agua y no de almacenarla, desapareciendo así la
necesidad de difíciles y muy costosos desvíos del río o permanencia de su
actual cauce que delimitan sus muros imposibilitando cualquier otra acción
sobre el mismo. Por otro lado, generar unas riberas ajardinadas a lo largo del
río en base a los cálculos hidráulicos realizados, permitía anular sus muros
actuales para poder integrar el río y la ciudad como inseparables espacios que
definen su propia realidad histórica y urbanística.
El diseño integral de las riberas del río como «parques
públicos» garantizando un caudal de agua permanente que le devuelva su
naturaleza como tal; la zona de los «embarcaderos», frente al CAC, con una
propuesta de lámina de agua navegable para embarcaciones de recreo y centro de
restauración que generen un nuevo foco de centralización urbana; la «Torre del
Río» en su unión con el Puerto de San Andrés para potenciar este importante
frente del mar; el «Parque de las Energías» en la zona de los actuales
aparcamientos del Estadio de la Rosaleda, proponiendo el traslado de las torres
residenciales propuestas por el vigente Plan General y su transformación en el
más importante parque fluvial de la ciudad, basado en las captaciones de
energías limpias que nos garantice la autofinanciación de los mantenimientos
energéticos de la totalidad de la propuesta del río; los centros deportivos, la
«Ciudad de las Ciencias» y los «Kioscos» que jalonan el recorrido del parque de
las riberas del río, o las «peatonalizaciones» de sus bordes, e incluso de la
Alameda, completando el sistema de espacios verdes de la propuesta de
ordenación del río, además de cuidar con rigor los costos y fases de la
operación para evitar inversiones excesivas en unos momentos de importante
escasez económica, conforman las principales directrices de la propuesta
ganadora.
Quizás lo importante de este concurso de ideas no ha sido
tanto la formalización de las propuestas, sino la oportunidad y excusa de haber
podido centrar el debate del río y la ciudad. Sin lugar a dudas, las propuestas
profesionales de todos los trabajos van a marcar un antes y después en la
reflexión del río, además de una demostración palpable de la capacidad madura
de una sociedad civil aportando soluciones a los problemas urbanísticos de la
ciudad ante una consulta consensuada por las tres administraciones estatal,
autonómica y municipal. La repercusión mediática que este concurso ha tenido,
demuestra la realidad de una situación y la alta preocupación ciudadana por
este importante y fundamental espacio del río Guadalmedina que inevitablemente
forma parte sustancial de la ciudad y cuyas decisiones de intervención tendrán
una importante e histórica repercusión sobre la ciudad de Málaga.
Es evidente, que la bondad y atractivo de la ciudad de Málaga
(además de su esplendida climatología) se centra en sus tres principales
elementos geográficos: el mar (con la recuperación de su frente de playas y
puerto), el monte (cualificando la importante referencia de Gibralfaro) y el
río (con su integración urbana con la ciudad). Son tres asignaturas pendientes
que resultan de gran importancia poner en valor para potenciar no solo la
identidad de la ciudad, sino sus principales desarrollos económicos basados en
la cultura, el turismo y el ocio.(Publicado en La Opinión de Málaga)
*José Seguí es arquitecto
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