Gran afluencia al Museo de la Aduana desde el primer día de apertura al público (13/12/2016) |
Patio del Museo de la Aduana |
"Y tenía corazón " de Enrique Simonet y Lombardo , obra emblemática de la Colección de Bellas Artes del Museo de la Aduana |
Las matronas sedentes. Siglo II. Mármol de Mijas. Colección Loringiana. Colección Arqueología |
Milagro de Santa Casilda de Nogales Sevilla |
El Estado ha
invertido 40 millones en rehabilitar el impresionante edificio neoclásico que
alberga las colecciones de arqueología y pintura del XIX y el XX
Málaga
recupera uno de los más importantes museos españoles, que llevaba veinte años
cerrado. Sus colecciones, verdaderamente dignas de Museos como el Prado o el
Arqueológico Nacional, han vivido en almacenes desde 1997, desde hace 20 años.
Hay que recordar que la ciudadanía malagueña se echó a la calle en varias
ocasiones. Hubo grandes manifestaciones para pedir una sede digna, el Palacio
de la Aduana, para un museo con un vínculo directo con el corazón de la ciudad.
Y se logró convencer a las autoridades. El nuevo Museo de Málaga será
inaugurado antes de fin de año.
El Palacio
de la Aduana nació al borde del agua a finales del siglo XVIII para controlar
la actividad de uno de los más importantes puertos de España. Y hoy, después de
años de obras y una brillante rehabilitación que le ha devuelto la cubierta que
perdió en un incendio en 1922, está a punto de abrir sus puertas en el mismo
lugar, pero dando a otra orilla distinta: la de la historia.
La narración
de estas dos colecciones fusionadas -la del antiguo Museo de Bellas Artes y la
del Arqueológico- tiene su epicentro en el siglo XIX. Porque en la industriosa
ciudad de Málaga proliferó una burguesía influyente y cosmopolita que hizo
posible el tesoro cultural que aquí se muestra, igual que nutrió el liberalismo
español con algunos de sus más notables nombres: desde el reformismo de Cánovas
a la Residencia de Estudiantes, con Jiménez Frau o Moreno Villa.
El Museo de
Málaga, a secas, convertirá el Palacio de la Aduana en una nueva plaza en el
centro de la ciudad, puesto que el patio permanecerá abierto al público, y es
ya, desde las vísperas de su apertura, «el nuevo buque insignia de la cultura
en la capital», en palabras de la delegada de Cultura, Monsalud Bautista. De
una ciudad llena de museos (Picasso, Pompidou, Carmen Thyssen, Ruso, CAC...)
donde ninguno es tan de primera división como este.
El museo
dibuja el retrato fidedigno de la ciudad con huellas de población humana desde
el paleolítico, que absorbió desde el mar las novedades, los mestizajes, el
comercio en mil lenguas y religiones durante siglos. Pero son los citados
industriales del siglo XIX los que construyeron en esta hermosa ciudad mucho
más que un emporio: atrajeron artistas, coleccionaron arte y promovieron los
cambios.
El recorrido
es un verdadero viaje y ABC lo emprende con ayuda de la directora del centro,
María Morente. Todo comienza en un jardín, el de la mansión de la familia
Loring, recreada con unas acuarelas murales de gran tamaño que aportan un
contexto a las estatuas romanas que coleccionaban. Cultos y cosmopolitas,
llegaron a tener un jardín botánico gracias a las semillas que traían sus
barcos de comerciar por todo el mundo. El suyo fue, en el XIX, el primer museo
de Málaga.
Matronas
romanas y bustos de Cártama conducen al relato arqueológico, que se narra por
temas. La vida en las cuevas, el paisaje megalítico, los fenicios, Roma, los
visigodos, Al-Ándalus... Cada uno de los temas repite una estructura similar
que comienza con una vitrina con la historia del tema, las piezas más antiguas,
y continúa con diversos hitos, que lo hacen comprensible. Cada capítulo acaba,
además con algo muy especial.
La
museografía es impresionante y ha sido diseñada por el mismo equipo que hizo la
del Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Ese estilo se nota en la disposición
original de las piezas y la interacción con las «recreaciones científicas» de
los poblados en acuarelas murales, para las que se ha discutido cada detalle y
están en un entorno real.
También en
los audiovisuales (brillante el de los motivos de las pinturas rupestres que
cobran vida en la oscuridad y el silencio roto por el sonido de las gotas que
fabricaron las cuevas).
Uno de los
capítulos más impresionantes es el que reúne las huellas de fenicios y después
de los romanos, desde detalles del adorno personal, como los abalorios, o los
objeto de uso cotidiano como las monedas -los célebres sestercios- hasta
grandes obras como el mosaico de más de 6 metros del Nacimiento de Venus, que
dan paso al cierre de la colección con el mundo islámico de la Medina nazarí.
Pura
historia de una ciudad barrida por invasiones durante milenios. En medio,
quedan piezas únicas, anécdotas divertidas y también personajes de novela como
Umar Ibn Hafsun, el rebelde que se alió con los cristianos y estuvo a punto de
derrocar a los califas Omeyas en Córdoba. Otro sueño quebrado como las ruinas y
las viejas cerámicas doradas.
La mejor
pintura del XIX
La colección
de pintura es excepcional y casi hace llorar pensar que ha estado dos décadas
en almacenes. El XIX de los coleccionistas de objetos arqueológicos pasa a ser
el de los mecenas que hicieron la desamortización más singular de toda España a
mediados del XIX: se demuelen los conventos, los bienes patrimoniales entran en
el mercado y se diseña la ciudad moderna. El museo por ello no es como tantos
otros que proceden de aquel proceso, lleno de santos, sino el resultado de un
pujante coleccionismo y una escuela artística nacida al calor de la industria:
Muñoz Degrain, Moreno Carbonero, Ferrandis... y los paisajes de Carlos de Haes,
que tendrían gran influencia.
Las salas
semejan por dentro galerías pictóricas clásicas, pero por fuera son como cajas
blancas de aluminio laminado, elevadas sobre pequeños pilares, un contraste que
llena de recovecos el paseo y permite encuentros singulares con obras únicas,
como podrían ser «La destrucción de la Invencible», de José Gartner, o los «Gladiadores»
de Moreno Carbonero. Y el más turbador de todos los cuadros del museo: «La
anatomía del corazón», de Enrique Simonet. Enviado desde la Academia de España
en Roma como ejercicio de estudio anatómico, mostró la pericia y el
atrevimiento de un genio.
A aquellos
nombres que pusieron con sus obras las bases de este museo alrededor de la
Academia de San Telmo, se añaden los de sus grandes y conocido amigos que
sumaron cuadros a la colección: el «Bebedor vasco» de Sorolla, los Benlliure,
la «Esclava en venta» de Jiménez Aranda, la «Tumba del poeta» de Pedro Sáenz...
y la pareja de ancianos de Picasso, de 1895. Del genio malagueño hay más obras
en el inmenso el recorrido, pero asombra sobre todas la pequeña acuarela con un
viejo envuelto en una manta, que regaló, con solo 14 años, a su maestro Muñoz
Degrain, y que no es otra cosa que un retrato de su padre. Todo un alarde
técnico, una obra maestra adolescente.
Pero el
museo no acaba con el XIX. El siglo XX está marcado en estas salas por la
colección de Moreno Villa: pinturas, libros de poemas y certeras atribuciones
que realizó de Pedro de Mena, como el gran historiador que era. Hay más, figura
el mejor Ponce de León, y se encuentran representadas casi todas las
vanguardias. Capítulo aparte merece el legado de la revista «Litoral», tan
excelente como malagueña y universal, que ayudó como pocas en el parto de la
Generación del 27. El siglo picassiano luce en la biblioteca de su secretario,
Jaime Sabartes, que fue donada al museo. Pero el arte sigue hasta nuestros
días, con creaciones contemporáneas sobre todo de artistas malagueños.
Un detalle a
tener en cuenta es que el Palacio de la Aduana es una parte integrada, o mejor
dicho, tal y como lo expresa la directora María Morente, el Palacio de
musealiza. Desde la figura togada romana que recibe en el patio a los
visitantes, que fue hallada durante la construcción de la Aduana en el XVIII,
hasta las murallas fenicias que pueden contemplarse bajo el suelo de la
cafetería, la historia empapa los cimientos y los muros de este nuevo centro.
No hay que
olvidar que la recuperación del edificio ha logrado un encuentro casi perfecto
entre la línea neoclásica y las intervenciones actuales, tanto en madera
(especialmente bella es la escalera del último piso) como en metal, como en las
tejas de aluminio de la cubierta, cuyo releve reproduce un viejo grabado.
Es un
verdadero milagro un museo como este, con tanto sentido, y además después de la
crisis. Con él Málaga ha recuperado su institución cultural más querida. No se
lo pierdan.
JESÚS GARCÍA
CALERO Diario ABC
Todo en el
Museo de Málaga parece monumental. El propio palacio de la Aduana, el edificio
más imponente de la capital. La cronología de sus colecciones, desde la
Prehistoria hasta los años 80 del siglo pasado. Los propios fondos de
Arqueología y Bellas Artes, con más de 17.000 piezas en su catálogo general. De
ellas, están expuestas unas 2.700. La cifra sigue siendo más que considerable.
Así que ahí van unas recomendaciones básicas para no perderse lo esencial.
PLANTA BAJA:
'La Dama de la Aduana'. Anónima. Siglo
II. Escultura en mármol.
Será la
primera en recibir a los visitantes. Esta gran escultura de mármol fue
descubierta a finales del siglo XVIII durante los trabajos de construcción del
palacio de la Aduana. Al excavar las fosas para colocar los cimientos se
descubrieron numerosas inscripciones y estatuas romanas. Entre esos hallazgos
estaba esta representación femenina que viste la túnica y el manto de tradición
griega clásica.
Almacén visitable. Restos
arqueológicos, enseres y mobiliario
El Museo de
la Aduana exhibe en sus salas el 15,8% de sus fondos. Parte de las obras que no
forman parte de la colección permanente pueden verse en esta zona de la planta
baja. Maquetas para la construcción de la Catedral de Málaga, el hipogeo
fenicio hallado en la calle Mármoles, una vajilla decorada por Manuel
Barbadillo y algunas de las piezas arqueológicas atesoradas por el Marqués de
Salamanca figuran entre las curiosidades de este apartado.
PRIMERA
PLANTA (BELLAS ARTES): 'Dolorosa'. Pedro
de Mena. Hacia 1676-1680. Madera policromada.
Una de las
obras más destacadas del escultor del Barroco. Las Dolorosas constituyen uno de
los asuntos cruciales de su producción, donde domina la temática religiosa.
“Esta Virgen Dolorosa, representada de medio cuerpo, aparece con semblante de
dolor, utilizando para lograrlo policromías bruñidas muy claras que
intensifican la sensación de sufrimiento, conmoviendo al fiel que la contempla
e incitándole a la piedad y la oración”, detallan desde el museo.
Los de Igueriben mueren...'. de Muñoz Degrain
De más de
tres metros de alto por dos de ancho, el lienzo de Muñoz Degrain representa un
episodio de la Guerra de Marruecos sucedido en 1921: tras cinco días de asedio
de los rifeños en el monte Igueriben donde resistían las tropas españolas, se
ordenó al comandante Benítez la retirada del destacamento que dirigía a lo que,
según las crónicas, el militar respondió: "Los de Igueriben mueren pero no
se rinden". Ese es justo el momento elegido por Muñoz Degrain para titular
su obra. El comandante Benítez yace en diagonal cubierto por la bandera
española..
'¡... Y tenía corazón!' / 'Anatomía
del corazón'. Enrique Simonet y Lombardo. 1890. Óleo sobre lienzo.
El gran
icono del Museo de Málaga. El cuadro representa el momento en el que un forense
extrae el corazón durante la autopsia a una joven fallecida. La maestría en el
empleo del claroscuro, el rigor anatómico y el uso de las perspectiva destacan
en esta obra. A modo de detalle, el bodegón que forman las botellas de formol
de distintos colores rompe la “monotonía cromática” del lienzo. “Pero si hay
algo por lo que destaca esta obra es por los contrastes lumínicos de luces y
sombras. Se trata en suma de uno de los cuadros más interesantes de este
artista, y uno de los más valorados en las colecciones del Museo de Málaga”,
destacan desde la institución.
'El milagro de Santa Casilda'. José
Nogales. 1892. Óleo
sobre lienzo.
Comprado en
un anticuario de Oviedo y restaurado en el Instituto Andaluz del Patrimonio
Histórico, representa la obra cumbre de José Nogales. La obra muestra el
momento en el que los panes que Santa Casilda llevaba a los presos se
convierten en flores, evitando así las represalias de su padre, el rey musulmán
de Toledo Al-Mamún. Nogales presentó la obra en la Exposición Internacional de
Bellas Artes de Madrid y recibió el Premio de Primera Clase al mérito en la
sección de Pintura. Nunca otra obra suya obtuvo una distinción similar.
'Cabeza de mosquetero'. Pablo Ruiz
Picasso. 1968. Óleo
sobre tabla.
También
Picasso está representado en el Museo de la Aduana. Esta pintura sobre tabla se
expuso entre el 27 de abril y el 19 de octubre de 2012 en el Museo Picasso
Málaga. La obra forma parte de las reinterpretaciones que Picasso realizó de
obras y autores del Barroco y enlaza con sus versiones de 'Las Meninas' de
Velázquez. La forma trapezoidal de la lámina de contrachapado sobre la que
pinta Picasso hace pensar que el artista pudo, como en otras ocasiones, reciclar
elementos de su mobiliario para realizar la obra.
Kanexa. Cabeza de mosquetero.
Matronas sedentes
Las
características composiciones modulares de Manuel Barbadillo destacan en la
sala del museo dedicada a los autores de la llamada 'Generación del 50'. Adquirida
en 2005 (dos años después de la muerte del artista en Málaga), 'Kanexa' ilustra
el afán investigador de Barbadillo, que partiendo de la abstracción geométrica
fue uno de los primeros artistas en indagar las posibilidades creativas de las
aplicaciones informáticas.
SEGUNDA
PLANTA:
Las
matronas sedentes. Siglo II. Mármol de Mijas. Colección Loringiana.
Quizá el
conjunto arqueológico más impresionante del museo. Recibe al visitante en el
acceso a la segunda planta desde las escaleras interiores del palacio de la
Aduana y ofrece un singular conjunto de esculturas monumentales elaboradas con
mármol de Mijas en el siglo II d. C. Dos de las esculturas representan a las
diosas Ceres y Juno.
Necrópolis de Chorreras.
Enterramiento y ajuar funerario. Siglo VIII a. C.
La zona de
Vélez-Málaga, Torrox, Algarrobo y Mezquitilla ofrece uno de los enclaves de
mayor concentración de yacimientos fenicios del Mediterráneo occidental. Esta
necrópolis ofrece la singularidad de conservar elementos del ajuar funerario
como un recipiente de piedra, con una urna de alabastro en su interior donde
estaban depositados los restos humanos. La urna estaba cerrada con una piedra,
sellada con plomo fundido.
Tumba del Guerrero. Siglo VI a. C.
Estamos ante
el primer enterramiento de la Península Ibérica donde se ha encontrado un
individuo con el ajuar y la indumentaria de un guerrero griego. Entre esos
elementos destaca un caso decorado, un fragmento de un escudo, un anillo de oro
con el motivo de Sekmet (diosa de la guerra) y una lanza. Además de estos
objetos, junto a la tumba aparecieron un quemador de perfume y un plato
ceremonial elaborado en plata.
'El nacimiento de Venus'. Mosaico
romano. Siglo II.
En el número
94 de la calle González Marín de Cártama apareció, allá por 1956, este impresionante
mosaico romano que ocupa 38 metros cuadrados. La pieza se desenterró en 46
fragmentos que han sido restaurados y unidos para su exposición en el palacio
de la Aduana. En el centro destaca una representación de Afrodita, “con larga
cabellera y sobre una gran concha, llega empujada por el soplo de los dioses y
arrastrada por los delfines a la playa de una de las islas que tradicionalmente
se le dedican”.
Ataifor de la Nao. Siglo XIV. Loza
dorada y pintada.
Una rareza
dentro de la cerámica andalusí, este afaifor (plato hondo) presenta una escena
figurativa con un barco, algo muy poco frecuente en el arte hispano-musulmán,
sobre todo, por la estética naturalista que brinda esta cerámica. La pieza toma
la tradición de la loza dorada típica de Oriente y aprovecha la circunferencia
del plato para la composición del dibujo. La obra procede de la Alcazaba de
Málaga y está situada en el tramo final de la sección de Arqueología del museo.
ANTONIO
JAVIER LÓPEZ Diario Sur
Más de 300
invitados acuden a la inauguración oficial de una institución que ha mantenido
sus fondos almacenados durante dos décadas
Por primera
vez en un siglo de historia, los amplios fondos provinciales pueden verse
expuestos en la misma sede
Lourdes
recogía firmas en la puerta de la cafetería de la Facultad de Filosofía y
Letras mientras Juan iba liando a familiares y amigos para que acudieran a las
manifestaciones. Los dos fueron a la primera, aquel 12 de diciembre de 1997.
Por entonces ya eran novios, estudiantes y activistas de aquel movimiento
ciudadano unido bajo el grito ‘La Aduana para Málaga’. Han pasado justo 19 años
desde aquella primera concentración, Lourdes y Juan fueron a las otras tres
movilizaciones, se casaron, tuvieron dos hijos, labraron una familia y dos
carreras profesionales... Y ayer, casi dos décadas después de aquella foto que
aún buscan a las puertas de la Aduana, con las pancartas al aire y el
entusiasmo intacto, los dos miraban desde sus respectivas obligaciones diarias,
por el rabillo del ojo y de la pantalla, cómo se inauguraba el Museo de Málaga,
cómo aquel sueño se convertía en realidad.
Datos y curiosidades
sobre el museo
43,2
millones de euros han invertido las Administraciones central y autonómica en la
puesta en marcha del Museo de Málaga. El Estado ha destinado 40 millones a la
adecuación del palacio, mientras que la Junta de Andalucía ha aportado 3,2
millones de euros, sobre todo, para la conservación y rehabilitación de obras
de arte.
Las
colecciones, unidas por primera vez: Los orígenes del Museo de Málaga se
remontan más de cien años, sin embargo, es ahora cuando por primera vez se
exponen en la misma sede las colecciones provinciales de Arqueología y Bellas
Artes.
17.500
piezas están incluidas en el catálogo del museo. De ellas, se exponen unas
2.200 en las salas de la colección permanente (2.000 referencias arqueológicas
y 200 obras de Bellas Artes), a las que hay que sumar las otras 200 creaciones
que pueden contemplarse en el almacén visitable instalado en la planta baja del
palacio.
La planta
baja, una nueva plaza abierta. Cualquiera podrá visitar a partir de hoy la
planta baja del palacio de la Aduana. El proyecto de recuperación del edificio
contempla su apertura como una plaza más de la ciudad. Allí, el visitante podrá
acceder a la tienda (ya en servicio), a la cafetería (aún pendiente de ponerse
en funcionamiento) y recorrer el atrio y el patio central sin necesidad de
pasar a las salas expositivas.
1,5 euros
pagarán de entrada los visitantes al museo que no sean ciudadanos de la Unión
Europea. Los que sí tengan esa condición podrán acceder al museo de manera
gratuita.
La cubierta,
escenario de un trágico incendio. La cubierta del palacio de la Aduana fue
pasto de las llamas en 1922. En el incendio murieron 28 personas. Ahora, la
reforma del palacio tiene como principal rasgo externo la recuperación de ese
último piso, techado con 7.000 tejas de aluminio que reproducen una vista de la
ciudad con el palacio de la Aduana.
Lourdes y
Juan son los protagonistas de su pequeña historia personal. Pero como ellos hay
cientos, miles. Dos generaciones de malagueños que ayer sintieron que se
cerraba un círculo, una herida, con la apertura del museo provincial en el
edificio civil más importante de la ciudad. Porque historias como la de Lourdes
y Juan sirven para dar cuenta de la raigambre de un museo que durante dos
décadas ha tenido almacenadas sus extraordinarias colecciones de Arqueología y
Bellas Artes. Unos fondos que superan las 17.000 piezas que van desde los
neandertales hasta la nueva figuración de los años 80; desde el esplendor de la
Malaka fenicia y hasta la Generación del 50; desde las piletas de ‘garum’
romano a sólo unos metros de la Aduana hasta la irreverencia lúdica y festiva
que fue el colectivo Agustín Parejo School.
Porque ayer
Málaga se reencontraba con su extraordinario legado artístico y patrimonial. La
ciudad que acunó al artista más importante de los últimos cuatro siglos y que
dejó pasar hasta 15 años después de su muerte para poner en pie su Casa Natal;
que luego empleó otros 15 años en darle vuelo internacional a ese vínculo con
el Museo Picasso Málaga (2003); la ciudad que abrió la puerta de la
contemporaneidad ya metido el siglo XXI (CAC Málaga, 2003); que sedujo a una de
las principales coleccionistas en pintura del XIX (Museo Carmen Thyssen, 2011)
mientras su pintura del XIX permanecía metida en cajas; la ciudad que instaló
las primeras filiales del Centro Georges Pompidou y del Museo Estatal de Arte
Ruso de San Petersburgo (2015)... Esa ciudad que encuentra motivos para
presumir de presente y de futuro en su oferta museística –que congrega a más de
dos millones de visitantes al año– ya puede desde hoy asomarse también con
orgullo a su pasado.
Quizá por
eso, por la extraordinaria carga histórica y sentimental, simbólica e
identitaria, que trae consigo el Museo de Málaga instalado en el palacio de la
Aduana, sorprendió ayer la frialdad del acto institucional de su inauguración.
Ni un sólo elemento externo avisó en los días previos, a pie de calle, de la
apertura del museo por el que miles de malagueños tomaron las aceras hasta en
cuatro ocasiones. Ni banderolas, ni carpas ni expositores como los que a cada
poco trufan la calle Larios y la plaza de la Marina, por citar sus escenarios
predilectos. Ni la socorrida alfombra roja ni pasacalles ni nada en
Alcazabilla, ajena a lo que se celebraba sólo unos metros más abajo.
El museo que
se ganó en la calle quedó ayer al margen de la calle. Apenas unos pocos
curiosos se arremolinaban a las puertas de la Aduana, preguntando qué pasaba
allí. Y allí, en el patio interior del palacio, la emoción la pusieron algunos
de los 300 invitados al acto; en particular, los que participaron de aquella
comisión ciudadana que catalizó la reivindicación cívica que trajo el museo que
hoy abre sus puertas al público. Hubo un conato de reproducir el grito de
guerra cultural de aquella lucha: ‘Veo, veo, veo... La Aduana de museo’. Pero,
no cuajó. No era el día.
Era el día
para que los primeros invitados, organizados en grupos de varias decenas,
conocieran el contenido del museo. Las 2.700 obras repartidas desde el almacén
visitable del piso inferior hasta la sección de Arqueología de la segunda
planta del palacio de Cortina del Muelle. Un inmueble que fue delegación del Gobierno
en Málaga, oscura cárcel franquista, calabozo de Frank Sinatra una noche de
septiembre de 1964 y comisaría de Policía hasta hace apenas una década.
Ahora, la
Aduana luce como sede del Museo de Málaga, que por primera vez en sus cien años
de historia reúne en una misma sede sus colecciones de Arqueología y Bellas
Artes. El palacio ha vivido durante los últimos siete años una profunda
transformación en la que el Estado ha invertido 40 millones de euros. A esa
partida se añaden los 3,2 millones de euros que la Junta de Andalucía
–encargada de gestionar el museo de titularidad estatal– ha destinado en el
último lustro a la recuperación y conservación de obras de arte, sobre todo.
Los
representantes de ambas administraciones, la estatal y la regional, fueron los
únicos en tomar la palabra en el acto de ayer. Sólo la directora del museo,
María Morente, actuó antes de anfitriona para dar la bienvenida y a
continuación ofrecer la palabra al ministro de Educación, Cultura y Deporte,
Íñigo Méndez de Vigo. El ministro glosó la oferta museística de la ciudad,
citando espacios como el Museo Picasso Málaga, la Casa Natal, el CAC, La
Térmica o el Centro Pompidou Málaga, a cuya inauguración el 28 de marzo de 2015
sí acudió el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ausente ayer en el estreno
institucional del Museo de Málaga.
«Hoy es un
día importante para Málaga y toda Andalucía; esta inauguración es un
acontecimiento muy esperado. Es una de las pinacotecas más importantes de
España y Europa», sostuvo por su parte la presidenta de la Junta de Andalucía,
Susana Díaz, en el acto que también contó con la presencia de dos altos cargos
del ministerio recién nombrados: el nuevo Secretario de Estado de Cultura,
Fernando Benzo, y el nuevo director general de Bellas Artes, Luis Lafuente.
La nota musical
Tras los
discursos, un cuarteto de cuerda de la Joven Orquesta Provincial de Málaga
interpretó el ‘Andante’ de Eduardo Ocón, hermano, tal y como recordó la
directora del Museo de Málaga, de Emilio Ocón, autor de ‘La última ola’ (1893),
una de las piezas más relevantes en la primera planta del museo.
Allí, en la
sección de Bellas Artes, los visitantes iban desfilando por grupos desde las
piezas de arte sacro que abren el paseo hasta las salas dedicadas a Bernardo
Ferrándiz, Antonio Muñoz Degrain, José Nogales y Enrique Simonet para
desembocar luego en las escenas vanguardistas de José Moreno Villa, la
Generación del 50 (Enrique Brinkmann, Eugenio Chicano, Francisco Peinado, Juan
Béjar y el recordado Gabriel Alberca, entre otros) y concluir en aquella
festiva figuración de los años 80 de la mano de Gabriel Padilla, Carlos Durán y
Diego Santos.
La
inauguración cierra dos décadas de reivindicaciones bajo el lema ‘La Aduana
para Málaga’La Aduana muestra 2.700 piezas que van desde la Prehistoria hasta
la década de 1980
Al pie de
las monumentales escaleras interiores esperaban las matronas sedentes,
esculpidas con mármol de Mijas en el siglo II. El conjunto daba paso a la
sección de Arqueología. Ahí los restos de neandertales hallados en la Cueva de
Zafarraya, el impresionante mural romano de 38 metros cuadrados descubierto
hace 60 años bajo una casa de Cártama, la tumba del guerrero griego emergida
entre las calles Refino y Jinetes, las vasijas y medallones de la Trayamar
fenicia...
El Museo de
Málaga corona una oferta expositiva que congrega a más de dos millones de
visitantes al año
Todo ese
legado histórico y artístico ya espera en la Aduana. El palacio ganado en las
aceras por gente como Lourdes y Juan, por cientos, por miles de malagueños; el
lugar que hoy, dos décadas después, abre sus puertas al público, ese que lo
pidió –y lo logró– a pie de calle.
ANTONIO JAVIER LÓPEZ Diario Sur 13 diciembre 2016
Fueron los
primeros en llegar. Y no es extraño porque han estado 19 años esperando esta
jornada. Entonces, tal día como ayer, 12 de diciembre, la Comisión Ciudadana La
Aduana para Málaga se echaba a la calle junto a miles de malagueños para pedir
–gritar– el uso cultural del palacio de la Cortina del Muelle como sede del
Museo de Málaga, el museo sin tierra. Ayer, fueron más de 300 personas las que
celebraron que aquella marcha en la que muchos de los presentes habían
participado años atrás tenía un final feliz con la apertura del renovado centro
expositivo en la Aduana. Y mucho antes de que empezara el acto ya se dejaron
ver por el patio del palacio algunos activos militantes de la plataforma
ciudadana como el expresidente del Ateneo, Antonio Morales; la portavoz del
colectivo, Mariluz Reguero, o el periodista Luciano González Ossorio, que no
dejaba de repetir: «Es un día gozoso». Lo decía y se reflejaba en las caras de
los presentes, que posaron para las fotos de rigor y para dejar constancia del
éxito para la ciudad de una movilización que surgió y salió adelante por el
impulso de la sociedad civil.
Esas fotos
de felicidad resumían el sentimiento del resto de miembros de la comisión, que
también estuvo representada por el actual y el anterior presidente de la
Sociedad Económica de Amigos del País, José María Ruiz Povedano y Vicente
Granados; el presidente de la Asociación de Amigos del Museo de Málaga, Rafael
Martínez, o el pintor Francisco Jurado y el sindicalista Manuel Morales, que
protagonizaron una de la anécdotas de la jornada al lanzar el grito «veo, veo,
veo, la Aduana de museo» al final del acto protocolario de inauguración, en el
que intervinieron la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y el ministro
de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, al que presentaron como «Méndez de Lugo».
Aunque el aludido comentó a Díaz –la tenía al lado– con una sonrisa el error,
en ningún momento corrigió en público el pequeño desliz de su apellido. Al fin
y al cabo, todo quedaba en Galicia.
Enrique
Simonet, autor del gran icono de la Museo de Málaga, ‘Y tenía corazón...’,
estuvo muy presente con una delegación familiar, sus cuatro nietos Marina,
Aurora, Carmen e Ignacio Simonet, que tuvieron además un especial recuerdo para
el fallecido director de la pinacoteca, Rafael Puertas, que siempre quiso
aumentar la presencia del artista de origen valenciano en la colección del
museo de la ciudad que lo adoptó.
Las nietas
de Enrique Simonet se acordaron del anterior director del museo, Rafael Puertas
El mundo de
la cultura no quiso faltar a la inauguración oficial del último gran museo de
Málaga, como es el caso de los artistas Andrés Mérida, Evaristo Guerra, Diego
Santos, Paco Aguilar y Carlos Miranda; el galerista Javier Marín; la escultora
Elena Laverón; los escritores Antonio Soler, Aurora Luque, Pablo Aranda,
Alfredo Taján, Eva Díaz Pérez, José Infante, José Antonio Mesa Toré y Juan José
Téllez, director del Centro Andaluz de las Letras; el productor y compositor de
cine Antonio Meliveo; la arqueóloga y directora de La Alcazaba, Fanny de
Carranza; la historiadora Teresa Sauret; el catedrático Pedro Rodríguez Oliva;
la directora del Archivo Provincial, Esther Cruces, y el pintor Eugenio
Chicano, autor del popular logotipo que sirvió para reivindicar La Aduana para
Málaga.
La Academia de San Telmo, que también
fue desalojada en su día del Palacio de Buenavista y tendrá a partir de ahora
su sede en la Aduana, entró en su ‘casa’ con una nutrida comitiva en la que no
faltaron la poeta María Victoria Atencia, el pintor José Manuel Cabra de Luna,
la archivera e investigadora María Pepa Lara, los arquitectos Salvador Moreno
Peralta, Javier Boned y Ángel Asenjo; el director del Museo Revello de Toro,
Elías de Mateo; la experta en arte Rosario Camacho y el músico Manuel del
Campo.
El ámbito de
la arquitectura estuvo muy representado con el equipo que ha firmado la
luminosa restauración del palacio de la Aduana, Fernando Pardo, Bernardo García
Tapia y Ángel Pérez Mora, además de Juan Pablo Rodríguez Frade, autor del
proyecto museográfico que se ha llevado a cabo en las salas expositivas; Isabel
Cámara y Rafael Martín Delgado. Además, el presidente de Sacyr, Manuel
Manrique, asistió también a la puesta de largo del edificio cuya rehabilitación
realizó su empresa.
El
coleccionista Bernard Picasso, nieto del artista y presidente del Consejo
Ejecutivo del Museo Picasso Málaga, también acudió con el director de la
pinacoteca, José Lebrero. No fueron los únicos gestores culturales allí
presentes, ya que también acudieron el resto de responsables de centros
expositivos malagueños, como Fernando Francés (CAC), Lourdes Moreno y Javier
Ferrer (Thyssen), y José María Luna (Pompidou y Ruso), que estuvo departiendo
con el director del Festival de Málaga y gerente del Teatro Cervantes, Juan
Antonio Vigar.
Los miembros
de la Comisión Ciudadana no podían ocultar que era una jornada «gozosa»
Entre las
representaciones institucionales estuvieron el rector de la Universidad de
Málaga, José Ángel Narváez; el Obispo de Málaga, Jesús Catalá; el decano del
Cuerpo Consular en la provincia, Pedro Megías; el director del PTA, Felipe
Romera; el director del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, Bartolomé
Ruiz, y los presidentes de la Cámara de Comercio, Jerónimo Pérez Casero; del
Consejo Audiovisual de Andalucía, Emelina Fernández; de la Fundación Manuel
Alcántara, Antonio Pedraza; del Ateneo, Diego Rodríguez Vargas; del Puerto,
Paulino Plata, y de la Fundación Ciudadana del Carnaval, Rafael Acejo.
De la
judicatura también dieron la bienvenida al nuevo museo el presidente de la
Audiencia, Antonio Alcalá; el fiscal jefe, Juan Carlos López Caballero; la
fiscal delegada de Violencia contra la Mujer, Flor de Torres, y el decano del
Colegio de abogados, Francisco Javier Lara.
Entre la
representación oficial, los consejeros Rosa Aguilar (Cultura), Adelaida de la
Calle (Cultura), Francisco Javier Fernández (Turismo) y José Sánchez Maldonado
(Economía) acompañaron a la presidenta Susana Díaz en la inauguración, a la que
también asistieron el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre; el presidente
de la Diputación, Elías Bendodo; el delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio
Sanz; el subdelegado en Málaga, Miguel Briones, y el delegado del ejecutivo
andaluz, José Luis Ruiz Espejo. Todos ellos participaron en la visita a las
colecciones permanentes de la Aduana, en la que la directora del Museo de
Málaga, María Morente, hizo de guía.
Entre los
políticos presentes no falto la diputada y exalcaldesa Celia Villalobos –bajo
su mandato arrancó la movilización ciudadana por la Aduana–, los diputados
nacionales Carolina España (PP) y Miguel Ángel Heredia y José Andrés Torres
Mora (PSOE) y los líderes andaluces de Ciudadanos y del Partido Popular, Juan
Marín y Juan Manuel Moreno Bonilla, respectivamente.
Al acto no
le faltó banda sonora con un cuarteto de cuerda de la Joven Orquesta Provincial
de Málaga. Gustavo Abela y Claudia Jiménez (violín), Roberto G. Luque Schoham
(viola) y Olga Gallego (violonchelo) trajeron las notas de otro malagueño,
Eduardo Ocón, con su suave ‘Andante’. Excelente elección para un museo que ayer
hizo precisamente eso. Empezar a andar después de 19 años.
Francisco
Griñan .Diario Sur
Málaga ya tiene espejo en que
mirarse. Nadie quiso faltar a la cita de unaapertura que fue más que protocolaria e institucional: resultó un acto dereivindicación de la ciudad
Lo dijo una
vez la ilustradora israelí Maira Kalman: «Una visita a un museo es una búsqueda
de la belleza, la verdad y el significado de nuestras vidas». Pues hasta hace
poco, Málaga tenía buena parte de su belleza, verdad y significado embalados,
secuestrados por la miopía y la cortedad de miras de una clase política que
persigue casi siempre objetivos menos esenciales. Han sido décadas en las que
la ciudad ha andado como un pollo sin cabeza, desnortada y sin saber siquiera
quién es. Por eso, la apertura del Museo de Málaga no es simplemente un suma y
sigue cultural, que sí; no es otro atractivo cara al touroperador, que también;
es también y, sobre todo, el ejercicio de una ciudad reivindicándose orgullosa.
Ni más ni menos. Y eso en una urbe como Málaga, tan dada al complejo de
inferioridad y a utilizar la palabra paleto en una de cada dos frases, es una
hazaña. Por eso lo de ayer fue colosal.
Porque no es
habitual que una parte sustanciosísima de la sociedad malagueña coincida en
espacio y tiempo, pero ayer fue posible. A la espera de que llegara la comitiva
política encabezada por la presidenta de la Junta, Susana Díaz, y el ministro
de Cultura, Educación y Deportes, Íñigo Méndez de Vigo, el patio del emblemático
edificio fue un quién es quién, la versión malagueña de la portada del Sgt
Pepper´s Lonely Hearts Club Band –The Beatles–: entre muchos otros, asistieron
a la puesta de largo los escritores Antonio Soler, Aurora Luque, Alfredo Taján,
María Victoria Atencia, José Infante, Guillermo Busutil y Pablo Aranda; el
músico y productor Antonio Meliveo, los artistas Eugenio Chicano, Evaristo
Guerra, Elena Laverón, Andrés Mérida, Carlos Miranda y Diego Santos; los
directores de museos José Lebrero (Museo Picasso Málaga), José María Luna
(Fundación Picasso, Centre Pompidou y Museo Ruso), Fernando Francés (CAC
Málaga), Lourdes Moreno y Javier Ferrer (Museo Carmen Thyssen), Elías de Mateo
(MUPAM y Museo Revello de Toro); los académicos de San Telmo Pedro Rodríguez Oliva
y Manuel del Campo (presidente), la vicerrectora de Cultura de la UMA Tecla
Lumbreras, el periodista y presidente de la Fundación del Carnaval Rafael
Acejo, el director del centro de la Generación del 27 José Antonio Mesa Toré;
el director del Centro Andaluz de las Letras, Juan José Téllez, el presidente
del Ateneo, Diego Rodríguez; la pianista Paula Coronas, el director del Teatro
Cánovas, Antonio Navajas; el exfiscal de Menores y presidente de la Cruz Roja
en Málaga Antonio Morales, el profesor y senador Antonio Garrido, el presidente
de la Autoridad Portuaria, Paulino Plata... La lista evidenciaba que era un día
especial.
«Nunca soñé
que fuera posible algo así. Y eso que yo he montado exposiciones con estos
fondos», nos contó Rodríguez Oliva. El exvicerrector de la UMA y catedrático de
Arqueología sacaba pecho: «Hace unos días visitamos el museo con Mario Torelli,
que tiene el, digamos, Nobel de la Arqueología. Y se quedó impresionado con los
fondos del Arqueológico. Nos dijo que están a la altura de los mejores museos
del mundo». Unos pasos más allá, gestores culturales de otras generaciones,
como Lourdes Moreno tampoco ocultaban su orgullo y emoción, desde su
personalísima perspectiva propia: «Ésta es una colección con la que aprendimos
hace años muchos estudiantes de arte de entonces», declaraba la responsable
artística del Carmen Thyssen.
En el
recuerdo de todos ellos, tantos y tantos hombres y mujeres de la cultura que
habían luchado muchos años por la liberación de los fondos del Museo de Málaga y
la recuperación de la Aduana. Autores recientemente desaparecidos como Dámaso
Ruano, Jorge Lindell, Francisco Hernández, José Díaz Oliva y Pepa Caballero,
los nombres de la Generación de los 50 –tan bien representada con sala propia
en la Sección de Bellas Artes de la pinacoteca– y Rafael Puertas Tricas,
director del entonces Museo Arqueológico y de Bellas Artes de Málaga durante
dos décadas, responsable de que la efervescencia de las primeras
manifestaciones no languideciera en medio de la desidia y el erudito que logró
convencer a muchos de la idoneidad de unir las dos secciones del museo en un
edificio. Todos pensamos lo mismo: «Qué lástima que no estuvierais ahora aquí».
Pero sí, de alguna y rotunda manera, estuvieron, están y estarán, en las
paredes de la pinacoteca, eternos.
La Aduana,
esta isla del tesoro que tenemos aquí, al lado -sus joyas son nuestras, nos
pertenecen- ya está lista para que la visitemos a partir de hoy -los detalles
de la jornada popular, aquí-. A partir de hoy, mañana, pasado y el otro, los
ciudadanos son los responsables de la vida y del futuro del que es un nuevo
museo pero, muy especialmente, su museo. Porque éste es un centro expositivo en
que la ciudad se enseña a sí misma a los demás pero quizás más a los suyos, a
sus propios habitantes. Por eso se llama Museo de Málaga. Ahora esperemos que
los ciudadanos conviertan este espacio en el Museo de los Malagueños.
Víctor A. Gómez 14.12.2016 La Opinión de Málaga
No hacía
falta que nadie recordara a los congregados que el de ayer era un día grande.
Todos, cada uno en su medida, sentían de forma casi propia un logro histórico
conseguido por una movilización ciudadana sin precedentes. Justo 19 años
después de la primera de las manifestaciones convocada por la comisión
ciudadana La Aduana para Málaga, aquel el 12 de diciembre de 1997, se abrieron
definitivamente las puertas del Museo de Málaga, el gran espacio cultural que
alberga los fondos del Bellas Artes y el Arqueológico. Aquellos activistas que
prendieron la llama, los pintores, escritores, gestores culturales,
periodistas, empresarios que avivaron el fuego, los que supieron mantenerlo año
tras año para que la pinacoteca no muriese en el olvido pudieron abrazar, al
fin, su sueño. Las obras ya colgadas en las paredes del palacio recibieron a
los primeros visitantes. Y quedó para el pasado el tiempo en el que fue espacio
de represión y castigo. Con el ministro de Cultural y la presidenta de la Junta
de Andalucía al frente se realizó la visita institucional. Pero hoy es cuando
cobra su verdadero sentido y se abre, de forma gratuita, a todos sus dueños.
"Tras
más de una década de esfuerzos, el trabajo de numerosos especialistas y de una
inversión de más de 40 millones de euros por parte del Estado ponemos este
museo, este Palacio de la Aduana, a disposición de la ciudad, el museo estatal
de mayor tamaño ubicado en Andalucía que pasará a ser gestionado por la
Junta", afirmó el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo. Y destacó que
la actuación del Gobierno central ha consistido en la rehabilitación y
renovación integral del edificio, que consta de unos 15.000 metros cuadrados,
"para devolverlo al lugar principal que debe ocupar en el patrimonio
histórico artístico de la ciudad".
Méndez de
Vigo también destacó que "hemos realizado una nueva instalación de la
colección permanente con un discurso museográfico actualizado para comunicar de
la manera más clara posible la importancia y singularidad de los 17.500 bienes
culturales que aquí se custodian, unos bienes que constituyen el depósito de
una herencia diversa y nuestra memoria común". Empezando por los vestigios
arqueológicos que se exhiben en un cuidado discurso en la segunda planta,
siguiendo por el barroco, los grandes nombres de la Escuela Malagueña del siglo
XIX, las vanguardias históricas, la generación de los 50 y los 80 en la primera
y terminando por el almacén visitable de la planta baja componen un extenso
recorrido que muestra lo que ha sido la creación en la provincia.
Este
"ambicioso museo a la altura del siglo XXI", dijo el ministro de
Cultura, "se suma y enriquece los más de 30 centros e iniciativas
culturales" existentes en la ciudad. "Málaga, con su Ayuntamiento a
la cabeza, se ha dotado de una infraestructura cultural innovadora que ha
transformado su atractivo turístico y económico proporcionándole una gran
identidad y convirtiéndose, como me gusta llamarla, en la capital de los
museos".
La
presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz tomó la palabra tras el
ministro. "La inauguración de este museo es un acontecimiento muy esperado
y reconfortante", dijo Díaz. "Esperado porque han sido muchos años de
negociaciones, acuerdos, de obras y reconfortante porque demuestra algo importante,
que cuando las instituciones cumplen con lo que quieren los ciudadanos se
tienen la conciencia y la satisfacción de haber cumplido con nuestra obligación
y compromiso de servicio público". La presidenta de la Junta quiso
destacar también que fue la lucha de la ciudadanía la que motivó "que hoy
estemos aquí", afirmó, y que "este emblema de la arquitectura civil
se convierta en una de las pinacotecas más importantes de España y
Europa".
La
consecución del logro, como destacó Susana Díaz, "es ejemplo de que con
diálogo y lealtad institucional se pueden llegar a acuerdos positivos para
todos". Y añadió que "también es un triunfo compartido con unos
ciudadanos activos que nos han empujado a lograr lo que Málaga se merecía, un
museo integrado, ambicioso y un marco digno para una obra de calidad y de valor
histórico incalculable, un museo que está en el ADN de la ciudad".
La
presidenta de la Junta no quiso dejar pasar la ocasión para mencionar también
las "muchas dificultades" que se encontró un proyecto dos décadas
esperado. "Pero bien está lo que bien acaba", quiso zanjar Díaz y
destacó la función "didáctica y social" que cumplirá la pinacoteca a
partir de ahora, "que ayuda a la ciudadanía a identificarse con su
historia, con su patrimonio cultural y a comprender y respetar el ajeno".
"Se explican con un innovador discurso las colecciones que se han ido
depositando, permiten conocer y reflexionar muchos momentos de la historia de
esta tierra", indicó la presidenta de la Junta que consideró la Aduana
como "un suma y sigue en su apuesta por hacerse fuerte en un campo cada
día más demandado como es el de la cultura".
Tras sus
palabras sonó la música. El cuarteto de cuerda de la Joven Orquesta Provincial
de Málaga interpretó la pieza Andante, de Eduardo Ocón, uno de los autores más característicos
del romanticismo español. Su hermano, Emilio Ocón, "fue uno de los
pintores representativos del XIX, un gran paisajista", como explicó María
Morente, directora del museo. La pinacoteca ya contaba con obras suyas como La
gran ola y se ha incorporado una vista de la ciudad desde el puerto donde queda
representada la Aduana. "De esta forma pintura y música se hermanan con
una misma estirpe familiar, los Ocón, y se dan cita en esta inauguración",
como señaló Morente.
Al menos en
cinco numerosos grupos se tuvo que dividir a los asistentes para visitar las
instalaciones. Antes de descorrer la cortinilla de la placa y después, en el
cóctel tras el recorrido, los saludos, las alegrías y las enhorabuenas. El 12
de diciembre de 2016 ha sido, sin duda, una fecha importante para Málaga.
Cristina
Fernández .Málaga Hoy
Casi lo
primero que hacen es recordar a los que ya no están: Manuel Barbadillo, Gabriel
Alberca, Dámaso Ruano, Joaquín de Molina... Y la nostalgia detona la espoleta
de los recuerdos, del tiempo en que pintaron aquel cuadro o esculpieron aquella
pieza que ahora reposa en la primera planta del palacio de la Aduana, en el
tramo final de la sección de Bellas Artes. Ahí, en las salas dedicadas a las
manifestaciones artísticas del último siglo conviven los autores de aquella
‘Generación del 50’ con los pintores de la nueva figuración malagueña de los
80, hasta llegar a la reivindicación lúcida y lúdica del colectivo Agustín
Parejo School.
El Museo de
Málaga, en datos
El papel del
Museo de Málaga en la escena cultural de la ciudad, la propia reivindicación de
los creadores en el debate cotidiano y la necesidad de mirar hacia el futuro
por parte de la institución que los acoge surgen como asuntos de una charla que
va de las salas expositivas al recibidor de la planta baja, en el interior del
imponente palacio ganado para uso cultural. «Creo y deseo que se va a generar
un diálogo con la ciudad, al menos ese es el objetivo», abrocha Eugenio
Chicano, el más longevo de la cita, que las próximas navidades cumplirá 81
años.
Una decena
de artistas malagueños pasa revista a su propia trayectoria y, con ella, al
último medio siglo de la creación plástica, a través de la pieza que cada uno
tiene expuesta en el Museo de Málaga, que abrirá el próximo lunes. En el
diálogo se repite una palabra: «emocionante».
Juan Béjar (1946) recuerda cómo empezó en su
juventud a tientas con el impresionismo, llegaron llegó el expresionismo, el
surrealismo... «Me siento contento con la obra que está en la colección del
museo, aunque es algo muy distinto a mi trabajo actual», brinda el autor antes
de rematar: «Un artista siempre cree que la obra ideal y perfecta es la
siguiente que vas a hacer, que la obra que mejor te representa es, si acaso, la
última que has hecho».
Béjar admite
que la exposición que protagonizó la pasada primavera en la Sociedad Económica
de Amigos del País hizo que cambiase cierta idea que tenía sobre sí mismo. O
mejor, sobre la relación que su ciudad tenía con él: «Para mí fue una gran
sorpresa porque creía que era un pintor olvidado y he visto que se me ha
reconocido». Un reconocimiento que ya vivió con su obra expuesta en el Museo de
Bellas Artes cuando éste ocupaba el Palacio de Buenavista y que ahora
reverdece: «Me siento reconocido y para mí es una gran satisfacción estar en el
Museo de Málaga. Me alegro mucho de que al fin se abra, porque tiene una gran
colección de pintura del XIX, que durante un tiempo ha estado olvidada, incluso
denostada, y que es muy importante y ahora al fin se está reivindicando, sin
olvidar la gran colección de arqueología del museo que es tan interesante».
Enrique Brinkmann.
«He pintado
más de dos mil cuadros... Es cierto que los hay más representativos, pero me
gusta el que está puesto», aporta Enrique Brinkmann (1938) sobre ‘Calvicie
crepuscular’ (1988), su pieza en la colección de la Aduana. «Me parece que es
natural estar en el museo. Al fin y al cabo, creo que en Málaga en el siglo XX
soy alguien», defiende el autor, que se felicita porque «al fin» se abre el
museo provincial.
En cuanto al
discurso de la institución, Brinkmann se muestra un poco más crítico: «Creo que
el siglo XX podría estar mejor representado. Falta una buena colección del
siglo XX en Málaga (…) Es verdad que está Picasso, el museo y la Casa Natal,
pero aparte de Picasso, creo que el arte realizado en Málaga debería estar más
presente en la ciudad».
Eugenio Chicano (1935) se apoya en un bastón y en
cierto humor socarrón para cubrir el largo paseo desde la entrada del Museo de
Málaga hasta ‘Circunvalación’, la pieza que pintó en 1972 y que está incluida
en los últimos compases de la sección de Bellas Artes de la institución
provincial. «Es el último cuadro que hice de aquella serie y está realizado a
partir de cuatro fragmentos independientes. Esta composición permitía exponerlo
el diferentes disposiciones en la pared, incluso en el techo, formando una
escuadra», recuerda el artista antes de apostillar que la obra ha estado
presente en citas internacionales como la Cuatrienal de Roma y la Bienal de
Nueva Delhi.
«Me siento
bien representado con esta pieza (…) Además, esta es una sala llena de amigos
(…) Es muy emocionante ver el fruto de las manifestaciones que pedían la Aduana
para Málaga», establece el artista, presidente de la Fundación Aduana Museo de
Málaga y autor del emblema de aquella reivindicación cívica que logró el uso cultural
del inmueble: «Es un reto que los malagueños vengan a este museo, porque este
no es un museo para el turismo. También puede serlo, pero es sobre todo un
museo por y para Málaga».
A Francisco ‘Paco’ Jurado (1944) le puede
la vena sindicalista. Siempre. También cuando habla de su faceta como artista
plástico. «Esta obra la hice en plena vorágine sindical», rememora en alusión a
‘Emigrantes’ (1974), el dúo que representa su obra en el Museo de Málaga.
«Quise trabajar con el hierro, que pese a ser un material muy frío es muy bueno
para comunicar», establece el también presidente de la Asociación de Artistas
Plásticos de Málaga (Aplama).
Jurado
también participó de manera muy activa en la reivindicación ciudadana que
reclamó el uso cultural de la Aduana. «El mundo intelectual de Málaga estuvo
muy presente en el germen de este museo», rememora el escultor antes de
reivindicar un mayor protagonismo de autores malagueños, en particular, de los
creadores que en su día recibieron la Beca Picasso de la Casa Natal y que aún
no están representados en los fondos de la colección. En particular, Jurado
menciona a Rafael Alvarado, el artista que prendió la primera mecha de aquel
movimiento cristalizado en el lema ‘La Aduana para Málaga’.
«Hacía
tiempo que no las veía y me ha gustado mucho reencontrarme con ellas, porque es
un lugar magnífico». Elena Laverón
(1938) se acerca a las esculturas que ocupan el filo de la peana central de la
sala dedicada a los creadores malagueños del último medio siglo. Antes, la
autora ha palpado la reproducción de su ‘Pareja tomando el sol’ (1969)
destinada a los visitantes con problemas en la visión. La escultora palpa las
explicaciones en braille y comenta: «Me ha impresionado lo que han conseguido
con el museo, además de estar al lado de tanto viejos compañeros... Me gusta
estar tan bien acompañada». Y sonríe.
Piedra.
Elena Laverón, junto a ‘Bailarina’ (1969), incluida en la exposición de la
Aduana. Acogida. Juan Béjar celebra la inclusión de su trabajo en el discurso
de la sección de Bellas Artes del museo. Texturas. Francisco Peinado firma su
obra titulada ‘Dos hermanas’ (1982). / F. González/ Sur
Laverón
admite que, hace tiempo, los museos le daban «cierto miedo», pero ahora esa
sensación ha ido menguando: «Ya soy muy vieja y siento desde hace tiempo que he
llegado donde quería o, al menos, he intentado aproximarme lo máximo que he
podido, así que estoy muy feliz de ver mi obra aquí».
Rogelio López Cuenca (Agustín Parejo School). ‘Du côre de
L’URSS’ (1985). Técnica mixta sobre papel. «Me parece una especie de intrusismo
que una obra como esta esté en un museo de Bellas Artes»
En los años
80 del siglo pasado brotó en Málaga un colección artístico efímero y crucial,
lúcido y lúdico, que sembró la calle de pintadas, de acciones artísticas y otras
intervenciones siempre irónicas y enjundiosas. Eran los Agustín Parejo School,
del que formó parte Rogelio López Cuenca (1959). «En un sitio tan cargado de
memoria como la Aduana, esperemos que en esta ocasión no suceda como en otros
casos y que la historia del lugar permanezca presente y no sepultada bajo la
propia idea de museo», aduce Rogelio López Cuenca.
«Me parece
una especie de intrusismo que una obra típica de los 80, con ese aire punk, que
hace una renuncia explícita a la autoría, al mito del artista genial con esa
soberbia y autoridad que la propia Historia del Arte y el propio museo
personaliza... Todo eso me hace pensar en esta obra como una especie de carga
retardada introducida en ese relato, de modo que, aunque en este momento quizá
no se perciba, en algún momento dará pie a cuestionar lo que se cuestionaba en
ese momento a través del tipo de obra que hacíamos», ofrece el autor.
«¡Ah... los
80!». Gabriel Padilla (1949) evoca
con un pequeño suspiro los años de máximo apogeo de aquel grupo de artistas que
trajo nuevos aires a la escena plástica malagueña donde él mismo tuvo un papel
destacado. «Cuando uno ve una obra suya después de tantos años produce un poco
de vértigo. Después he pintado mucho, creo que he mejorado... Pero bueno»,
concede Padilla, retirado del circuito expositivo desde hace años.
«Recuerdo
los 80 como una época muy divertida, feliz y creativa», añade Padilla, quien
marca distancias sobre los posibles significados de su inclusión en la
propuesta del museo provincial como representante de aquella nueva figuración
malagueña: «No sé si hay que reivindicar algo relacionado con aquella época...
El tiempo lo dirá. No le doy tanta importancia».
Apenas tres
días después de la inauguración del Museo de Málaga, Francisco Peinado (1941) estrenará una exposición individual en la
Galería JM de la capital. ¿Con obra reciente, Paco? «¡Pues claro!». Porque
Peinado sigue al pie del bastidor y ese afán de actualidad le lleva a cierta
desazón frente a su cuadro en la Aduana. «Hacía tiempo que no lo veía... Mi
pintura ha evolucionado mucho y para mí esta es una época ya superada. En ese
tiempo estaba más preocupado por las texturas pictóricas (…) Al verlo me sigue
gustando, pero esperaba una obra más reciente», aporta el artista.
Peinado
recuerda que en ‘Dos hermanas’ pintó «dos monjas, vestidas de negro, sin
cabeza». Y sigue: «Es un cuadro que compró la Junta de Andalucía después de una
exposición en el Museo de Bellas Artes. La Junta tiene muchos cuadros míos,
quizá por eso esperaba alguno más actual...», desliza Peinado.
Diego
Santos. ‘Sin título / Tríptico’ (1988). Acrílico sobre tabla. «Me gustaría que
este museo no se quedara en nosotros y que hubiera artistas posteriores»
«Esta obra
me recuerda todo lo que hicimos en los 80. Exposiciones como ‘Línea de costa’ y
‘Vida moderna’, la geometría, el color...», la mirada de Diego Santos (1953) se pierde en la evocación de la época que
ilustra su tríptico expuesto casi al final del recorrido por la sección de
Bellas Artes de la Aduana. Un carácter postrero que Santos querría ver
ampliado. «Me gustaría que este museo no se quedara en nosotros y que hubiera
artistas posteriores (…) Para eso es fundamental que haya un fondo de compra,
para que la colección siga creciendo», reivindica el artista malagueño.
Durante la
cita en el palacio de la Aduana, Diego Santos pasa revista a su larga
vinculación con el museo provincial. «Enmarqué toda la obra de Moreno Villa y
cuando la he visto montada y colgada en la sala me ha hecho mucha ilusión»,
ofrece el artista, que ya expuso su obra en el museo cuando este ocupaba el
palacio de Buenavista y estaba bajo la dirección del recordado Rafael Puertas.
«Este es el
gran museo de la ciudad. En muchos de los museos de Málaga no nos tienen
demasiado en cuenta a los artistas malagueños y ojalá aquí sí le den vida a los
creadores de la ciudad», desea el creador.
«Son dos
obras muy definitorias de mi trabajo», sentencia José Seguiri frente a las pequeñas esculturas de Acteón, Tarquín y
Lucrecia. Las reminiscencias del mundo clásico, uno de los ejes esenciales en
la trayectoria del escultor, brillan en las piezas incluidas en el discurso del
Museo de Málaga. «Estar incluido en esta cadena de artistas, desde el siglo
XIX, incluso antes, hasta casi la actualidad, es muy emocionante para mí»,
ofrece Seguiri ante la maqueta de una de las figuras que se quedó a vivir en la
plaza de Uncibay de la capital. «Esta pieza la doné al museo, mientras que la
otra la adquirió hace algún tiempo la Junta de Andalucía», añade el autor.
Y ahora, con
sus creaciones instaladas en el museo provincial, ¿hay sensación de fin de
trayecto? Seguiri sonríe como un niño tímido y concluye: «Siempre me siento un
debutante... Aquí y ahora, también».
ANTONIO
JAVIER LÓPEZ. Diario Sur
El museo de
La Aduana ha sido como un regalo de Reyes para la ciudad. Un regalo que,
llegado después de veinte años de espera, parecemos recibir con incredulidad
maravillada, como si, en cierto modo, ya lo hubiésemos relegado en nuestra
mente a la confusa inmaterialidad de los deseos frustrados. De modo que ahora,
siendo una realidad tangible, no lo podemos percibir sino como un sueño, como
se sueñan, más que se tocan, los regalos de Reyes la mañana del 6 de enero
cuando por fin coinciden con nuestros deseos y no parecen reales.
Así lo
describió el pintor, Rafael Alvarado, uno de los que más luchó por ubicar el
museo de la ciudad en la Aduana, cuando por fin llegó el día de su
inauguración; “me siento como el niño que se levanta el Día de Reyes y ve la
mesa con los regalos”.
Ahora, más
que nunca, sabemos que merecieron la pena aquellas manifestaciones callejeras y
tantos años de resistencia. La Aduana es, por su enclave, y por la belleza
equilibrada de su arquitectura neoclásica el lugar ideal para acoger la
colección de los clausurados museos de Bellas Artes y Arqueología. De hecho,
quien vaya por primera vez pensará que siempre estuvieron allí.
Después de
un par de décadas de embalaje, esperando un incierto rescate del limbo de los
desvanes, las obras se adueñan del espacio visible con la energía
inquebrantable de los resucitados, tocadas por la mágica ciencia del milagro.
La
disposición exacta de las obras, magníficamente ilustradas por los paneles
explicativos, nos permite un recorrido muy bien tramado por la historia y el
ideario sentimental y estético de la ciudad y nos acerca a infinidad de
fascinantes argumentos a través de la biografía de los pintores y los temas
explícitos y soterrados que alimentan sus pinceles en sus principales
creaciones.
El punto de
partida es perfecto con “Alegoría de Málaga” de Bernardo Ferrándiz, pues nos
permite saber cuáles fueron los pilares de la sociedad malagueña del siglo XIX
y nos hace tomar contacto con el maestro valenciano que fue el Alma Mater de la
escuela decimonónica de pintores malagueños; el que fue director de La Academia
de Bellas Artes de San Telmo y dirigió, formó y apadrinó a los pintores que
construirían la personalidad estética de esta ciudad, entre ellos, Muñoz
Degrain, a quien trajo de Valencia para decorar los techos del teatro Cervantes
y el salón de plenos del Ayuntamiento.
Hay una
comunidad espiritual entre valencianos y malagueños, como podemos ver por otros
nombres, en la escuela malagueña. Una hermandad propia de los artistas que
nacen bajo el signo del mar y de la luz. Si bien cuando pensamos en mar vivo,
sin contaminación de otros conceptos, nos asaltan a la vista las potentes
marinas del malagueño, Emilio Ocón, discípulo de Haes, pero creador de un
estilo personalísimo y lleno de energía.
Y si, para
mí, Ocón es el mar, Moreno Carbonero es el retrato; el creador de miradas
elocuentes, capaces de dialogar con el espectador a través de los siglos, el
psicólogo de las fisonomías que cifra un mensaje en cada rasgo de sus
personajes. Moreno Carbonero es el rostro y Pedro Sáenz y Sáenz es el cuerpo.
Los bellísimos cuerpos de mujeres que, en clave prerrafaelista, hablan
ocultando el rostro entre sus cabellos como lo hace la musa en “La tumba del
poeta”. Un cuadro para mirar sin prisas.
De José
Nogales Sevilla y de Enrique Simonet es la escena; el lienzo que relata toda
una historia llena de entresijos. Por desgracia, el primero, debido a la
enfermedad que le paralizó, no nos pudo contar muchas más historias tan
apasionantes como “El milagro de Santa Casilda”, con sus panes convertidos en
rosas, en cambio el segundo nos ha regalado una narración enigmática, todavía
abierta a muchas lecturas. El cuadro se titula “¡Y tenía corazón!” y nos presenta
el momento a contraluz de una mañana en el que un anciano médico forense mira
con sorpresa el corazón de la bella muchacha que derrama su carnalidad difunta
sobre la mesa de operaciones. Tal vez una prostituta que ha muerto en plena
flor de la vida por culpa de sus excesos. La lección podría dar pie a una
interpretación moralista; es extraño que una mujer que ha causado la ruina de
tantos hombres, tenga corazón o bien revestir una denuncia social; hasta las
personas que por extrema necesidad se ven obligadas a vender su cuerpo, tienen
corazón. Aunque caben otras siempre; las vuestras.
El arte es
un misterio que incluso establece conexiones entre lo místico y lo
prostibulario. Como lo hacía el propio Caravaggio y Joaquín Martínez de la
Vega, el más maldito de los pintores de la escuela malagueña que cayó en
desgracia después de perder a su hija y a su esposa en breve tiempo,
refugiándose en las drogas y el alcohol en un ambiente de tabernas y amores
mercenarios. Enamorado de una prostituta, Carmen, que lo contagió de sífilis,
la hizo protagonista de un cartel de La Feria de Málaga para escándalo del
jurado -que sin embargo, lo premió- y aventuró en su obra un simbolismo
delirante, aún demasiado transgresor para el siglo XXI. Como el maestro
Ferrándiz, que acabó encarcelado y degradado socialmente a causa de una pelea
con otro académico, Martínez de la Vega murió como un mendigo, olvidado de
todos en la posada de San Rafael. Aunque antes tuvo el honor y la clarividencia
de bautizar como artista al niño Pablo Picasso, esparciendo unas gotas de
champagne sobre su cabeza.
Tenemos una
historia artística, honda y trágica a la altura de cualquier bohemia. Y toda
está en el Museo de la Aduana (gratis) ¿a qué esperáis?
Lola Clavero
. Blog La opinión
Mide tres
metros y medio de alto por seis de ancho, ronda los 130 kilos y ha permanecido
en los talleres de restauración del Museo del Prado durante más de un año.
La pieza ya
comparte sala en el palacio de la Aduana con otro icono del museo: ¡... Y tenía
corazón! (1890) de Enrique Simonet. Allí, en el tramo final de la sección de
Bellas Artes, espera una obra que se ha sometido a una laboriosa y delicada
cura en los talleres del Prado. Los especialistas han corregido las
deformaciones ocasionadas por los años que el lienzo ha permanecido enrollado
en un tubo, al tiempo que han restaurado las zonas cuarteadas, sobre todo en la
parte superior, pintada con el llamado blanco de plomo.
Asimismo, la
tela cuenta ahora con un nuevo bastidor, dividido en dos cuerpos ajustables.
Junto a esos procesos, la recuperación de los barnices ha hecho posible que la
pieza recupere el esplendor perdido, como se aprecia al comparar su estado
antes y después de la restauración.
Antonio
Javier López Sur
La
responsable del Museo de Málaga, cuya inauguración se celebrará el próximo 12
de diciembre –el público podrá visitarlo a partir del martes 13– se prepara
para culminar diez años de trabajo. En su nueva vida como museo, el Palacio de
la Aduana muestra más de 2.000 piezas de arqueológicas y más de 200 obras
pictóricas [la colección de Arqueología está formada por más de 15.000 piezas y
la de Bellas Artes posee unas 2.500 obras] que trazan un recorrido por la
historia de Málaga y su provincia. Con 2,5 millones de euros de presupuesto, el
acceso al mayor museo de Andalucía será gratuito, salvo para los visitantes que
no pertenezcan a la Comunidad Europea, que deberán pagar 1,50 euros. Morente
asegura que la Aduana es un «museo sostenible» y muy «bien pensado», por lo que
está convencida de que se harán «grandes cosas» con ese presupuesto.
¿Qué
reacción espera de los malagueños que visiten el museo?
Los
malagueños se van a sorprender desde el inicio de la visita, cuando se
encuentren con el patio y con el edificio de la Aduana, porque es un espacio
que tenemos en la retina, que recordamos por su uso administrativo pero que
muchos no conocen con la rehabilitación de arquitectura moderna que hoy tiene.
También creo que les va a gustar especialmente todo lo que tiene que ver con el
diseño y el montaje, donde las piezas lucen mucho. Es una apuesta por una
museografía contemporánea, evocando los grandes museos del siglo XIX. Hay
piezas que también van a ser llamativas y que los malagueños conocerán por
primera vez. Desde que se cerró la sección del museo de la Alcazaba han pasado
dos décadas, desde aquel momento, la investigación en los hallazgos
arqueológicos han sido muchos. Hoy están aquí las colecciones del Cerro del
Villar; los materiales más modernos del asentamiento fenicio de La Rebanadilla;
las cerámicas de Alozaina... Un tanto por ciento muy importante de piezas de
arqueología son completamente inéditas. Creo que van a gustar también mucho las
grandes ilustraciones que adornan el interior de las vitrinas, que explican los
paisajes culturales de Málaga y los momentos de los contextos históricos. Por
último, los malagueños se van a emocionar con el reencuentro de cuadros como
Anatomía del corazón o con la colección Loringiana. Además, los arqueólogos de
la provincia se van a encontrar con sus piezas bien expuestas, y eso les va a encantar.
¿Cuáles son
los grandes atractivos del Museo de Málaga?
Yo creo que
la rehabilitación del edificio es muy atractiva. La nueva cubierta evocando a
la antigua que se quemó en 1922, pero formalizada en un lenguaje arquitectónico
contemporáneo, con una gran teja que lleva impresa la vista de la Aduana en el
siglo XIX, es espectacular. También será importante el hecho de que se pueda
usar la planta baja sin restricción alguna, puesto que la Aduana fue un
edificio que fue reclamado por la ciudadanía en manifestaciones públicas.
Anteriormente era un inmueble vinculado al uso administrativo, al poder, motivo
por el que los malagueños han disfrutado muy poco del mismo. Por supuesto, que
dispongamos de una colección tan variada, que vaya desde la Prehistoria hasta
el siglo XX también es un gran atractivo, así como el discurso con el que se
presentan las colecciones que se cuentan desde el siglo XIX en Málaga. Además,
los bienes del museo se presentan arropados por unos recursos sencillos pero de
interés y que hace mucho más fresca la lectura de las distintas obras, como
testimonios, lecturas, un recorrido de personajes históricos.... Por otra
parte, otro de los atractivos es un almacén visitable. Cada visitante puede
recorrer con su entrada el interior de uno de los almacenes del museo.
Hablando de
entradas, ¿será cien por cien gratuito para todos?
Con respecto
a los precios, seguiremos la política de museos públicos de la Consejería de
Cultura, que son gratuitos para los españoles y los visitantes pertenecientes a
la Comunidad Europea. Para los visitantes de fuera de la CEE, la entrada
costará 1,50 euros. Esto quiere decir que abrimos nuestras puertas con un
precio más que asequible que va a permitir que no solo se pueda venir una vez
al museo sino que se pueda frecuentar de forma habitual. Abriremos de martes a
sábado, de 9 de la mañana a 20.00 horas, y los domingos cerramos por la tarde.
¿Cuánto
tiempo se necesita para recorrer toda la dotación que tiene el museo ?
Como la
colección es amplia y va acompañada de ciertos recursos, yo creo que una visita
se puede hacer, razonablemente, en dos horas y media. Aunque a los malagueños
no les invitaría a calcular el tiempo, les invitaría a que vengan
frecuentemente. El Museo de Málaga está cargado de pequeñas historias y deberíamos
poder venir muchas veces a descubrir cada una de ellas.
¿Qué
estimaciones de visitas se barajan durante este primer año?
La verdad es
que no hemos hecho un cálculo del número de visitantes, pero suponemos que será
alto, puesto que Málaga tiene una oferta museística complementaria y ya resulta
una ciudad atractiva en este sentido. Asimismo, la rentabilidad de un museo no
es solo el número de visitantes, sino que va estar en la calidad que tengamos
como servicio y en la experiencia que permita tener el Museo de Málaga. Yo creo
que esto es algo que la Aduana puede permitirse y va a ofrecer a los todos los
visitantes malagueños.
¿Cómo
funciona el museo antes de la inauguración oficial?
Ahora
estamos inmersos en el acto de inauguración, pero una vez que pase ese día, el
museo abrirá sus puertas. Creo que esta larga aventura que ha sido conquistar
la Aduana, traer las colecciones e instalarlas, solo tenía una meta. Y es el
día que se abran las puertas y los malagueños puedan entrar y encontrarse con su
patrimonio y disfrutarlo.
¿Y cómo
afronta esta nueva etapa?
Con la misma
ilusión con la que empecé el proyecto en el año 2006. Mi objetivo era articular
y coordinar un gran proyecto que tenía que pensar en muchas circunstancias y
tenía muchos retos; el primero convertir la Aduana en un museo, conseguir que
las colecciones llegaran aquí y generar un espacio atractivo e inteligente para
el público. Ahora, cuando abrimos las puertas, volvemos a tener la misma
ilusión, energía y retos, porque ahora se trata de hacer actividades, de
contactar con el público y poder disfrutar todo este montaje.
En este
sentido, ¿qué tipo de actividades organizará el museo?
Habrá un
programa activo de actividades porque hay unos espacios adecuados para ello.
Las actividades irán dirigidas a todos los públicos. Este es un museo en el que
se representa tanto el valor patrimonial de la provincia que a mí me gusta
llamarle un «museo de base», porque aunque sirve a los especialistas, está
orientado preferentemente a un público no especializado. En este sentido, se
organizarán actividades dirigidas a cualquier tipo de colectivo. Este es un
museo que tiene que acoger a públicos muy dispares y hacerlos sentir como en
casa. Además, como en la mayoría de los museos, permitimos a los investigadores
acceder a las colecciones. En este sentido, nos hemos planteado ir un paso más
allá y en nuestros almacenes no solo hay espacios disponibles para los
investigadores sino que disponemos de una configuración a modo de aula de
manera que la Universidad de Málaga pueda traer a sus alumnos y dar clases
dentro de un almacén.
Este museo
se ha ido creado durante un periodo de crisis económica. ¿Es así cómo lo
imaginaba?
Ha quedado
mejor que como lo había soñado, incluso. El inmueble está trazado en base a una
planificación estratégica y a unos proyectos. Esto es, el museo tiene una
metodología muy bien trazada y muy serena y el resultado es un poco lo que
hemos ido generando. La gente que no sabe que hemos atravesado una crisis
económica no lo va a notar porque tiene una gran de ejecución material y un
alto diseño.
¿Cree que el
actual presupuesto de 2,5 millones de euros es suficiente?
Este es el
presupuesto del que partimos y, sin ninguna duda, vamos a ser capaces de hacer
grandes cosas con él, ya que la Aduana es un museo sostenible. Sus
instalaciones están muy bien pensadas. Los museos no son a día de hoy
económicamente rentables; los museos deben ser rentables como producto cultural
y esa misión la vamos a cumplir, sin duda.
¿Podría
explicar las líneas expositivas a lo largo del año inaugural?¿Sobre qué
versarán las muestras temporales?
Las líneas
expositivas van a ser muy amplias y diversas porque tenemos unas colecciones
históricas que van a ser el eje vertebrador de muchos encuentros, diálogos y
piezas invitadas. Pero la Aduana se define también como una apuesta por el arte
y la cultura contemporánea. Además, también acogeremos investigación porque, en
una parte, somos un museo arqueológico. Con respecto a las muestras temporales,
no tenemos claro sobre qué versarán, pero sí que hemos ido generando vínculos
con instituciones como museos estatales. De hecho, somos el museo que más fondo
tiene del Museo del Prado, por lo que nuestra relación es muy especial. El
Museo Arqueológico Nacional también nos representa, por lo que tenemos un
anclaje con él bastante importante. A todo esto le sumamos, además, que nuestra
relación con todos los museos de Andalucía es bastante amplia.
¿Cuántas
piezas forman la colección de Arqueología y cuántas tiene la de Bellas Artes?
Dentro de la colección permanente que
está expuesta al público, en arqueología hay unas 2.000 piezas y en arte un
poco más de 200 piezas, más las 500 que conforman el almacén visitable. Dentro
de los almacenes del Museo de Málaga contamos con 2.500 piezas en Bellas Artes
y 15.000 de las colecciones del Arqueología. Además, tenemos muchas piezas en
depósito dentro de varias instituciones de la provincia.
¿Es
comprensible que la Lex Flavia Malacitana no se encuentre aquí expuesta?
La Lex
Flavia Malacitana podría estar en el Museo de Málaga y estaríamos encantados.
Pero la Lex Flavia, al igual que otras muchas piezas están en el Museo
Arqueológico Nacional. Hay que pensar también que tener esta pieza en la
institución nacional es un orgullo para la provincia. Yo creo que si
conseguimos que la Lex Flavia venga, será un momento grande. Por el momento,
hay que pensar que, por primera vez, tenemos reunida la colección Loringiana en
el Museo de Málaga, y eso nos permite una alianza con el Museo Arqueológico
Nacional. Dentro del edificio de la Aduana, al principio estuvimos pensando en
hacer una réplica de la Lex Flavia, pero luego decidimos que lo mejor era
instalar un recurso interactivo en el lugar que debía ocupar la obra.
María Palma
Martos La Opinión de Málaga
Nació por
decreto, vivió en un piso, luego se mudó a un palacio y acabó desahuciado
durante casi dos décadas. Ahora el Museo de Málaga recupera el esplendor
perdido y, por primera vez en más de un siglo de historia, reúne en la misma
sede las colecciones provinciales de Arqueología y Bellas Artes. El catálogo
completo de ambas secciones supera las 17.000 referencias, si bien en el
palacio de la Aduana estarán expuestas unas 2.700.
El edificio
más imponente de la ciudad abrirá sus puertas dentro de una semana como sede
del museo provincial, después de una larga y compleja reforma que se ha
prolongado durante más de siete años y que ha transformado un edificio
administrativo en la casa de uno de los museos más notables –en cuanto a sede y
colecciones– del país.
18.451,96 metros cuadrados construidos ofrece el palacio de la
Aduana después de la amplia reforma a la que se ha sometido. Los trabajos de
acondicionamiento comenzaron en la primavera de 2009 y tienen como principal
rasgo visual externo la recuperación de la cubierta, inspirada en la que fue
pasto de las llamas en el incendio ocurrido en 1922.
El Museo, en datos
Trabajadores
tendrá el equipamiento cultural. La plantilla del museo ha crecido desde los 31
empleados vinculados a la institución. La Junta de Andalucía anunció el aumento
de personal tres semanas antes de la inauguración del museo y aclaró que todas
las incorporaciones procederán de trabajadores ya adscritos a la Administración
autonómica, ya sean funcionarios o personal laboral.
1973
Fue el año
en el que los museos provinciales de Arqueología y Bellas Artes quedaron unidos
en una sola institución: el Museo de Málaga. Esa unificación ha sido uno de los
principales argumentos en defensa de que, por primera vez en su larga historia,
ambas colecciones permanezcan expuestas en un mismo espacio, en este caso, el
palacio de la Aduana.
3.574 metros cuadrados de superficie
útil ofrece la
planta baja del palacio, que permanecerá abierta al público como una plaza más
de la ciudad para que cualquiera pueda entrar y visitarla. La zona cuenta con
bancos, árboles, una fuente, paneles explicativos sobre el museo, al tiempo que
dará acceso a una cafetería, una tienda y a las salas expositivas.
36 años permaneció el Museo de Bellas
Artes en el Palacio de Buenavista, actual sede del Museo Picasso Málaga. La institución recaló
allí en 1961 y permaneció en la calle San Agustín hasta 1997.
2.700 obras de arte expone el museo
en su colección permanente, tanto en la sección de Arqueología como en la de Bellas Artes. Los
fondos de la institución superan las 17.000 referencias (unas 15.000
corresponden a piezas arqueológicas y el resto, a Bellas Artes). De este modo,
la Aduana mostrará el 15,8% de las colecciones reunidas en la institución
provincial.
38.685.978 euros ha invertido el
Estado en la rehabilitación del palacio de Cortina del Muelle. El proyecto arquitectónico
ha corrido a cargo del estudio de Fernando Pardo, mientras que el diseño
interior de los espacios expositivos lleva la firma de Frade Arquitectos.
359.445 euros
ha sido la inversión del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte para la
recuperación de las obras arqueológicas reunidas en la Colección Loringiana.
Las tareas de recuperación las realizaron las empresas SIT (142.129,63 euros),
Clave (118.580 euros) y Ártyco (98.736 euros).
19 años se cumplirán el próximo 12 de
diciembre, día de la inauguración oficial del museo, de la primera
manifestación organizada en la capital para reclamar el uso cultural del
palacio. Bajo el lema ‘La Aduana para Málaga’, diversos colectivos de la
sociedad civil articularon cuatro grandes movilizaciones entre 1997 y 2001.
680.000 euros
ha destinado la Junta de Andalucía, a través del Instituto Andaluz del
Patrimonio Histórico, a la restauración de más de 450 piezas del Museo de
Málaga. La mayoría de los trabajos se han desarrollado entre 2010 y 2015
ANTONIO
JAVIER LÓPEZ Diario Sur
Más de medio
millar de obras expuestas en el Museo de Málaga se han sometido a procesos de
rehabilitación. El ministerio y la Junta han recuperado desde piezas
arqueológicas hasta grandes lienzos de las colecciones de la institución
provincial. El Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico ha recuperado más de
450 piezas en cinco años
Sucede en
las vasijas, en las ánforas, los platos, algunos mosaicos y otros objetos con
miles de años en su haber. De repente, queda un hueco. El vano recibe el
poético nombre de ‘laguna’. Hace un tiempo, la costumbre era rellenarlo. Ahora
no. Ahora queda ese vacío como manera cabal de contar la Historia. Lo explica
Ana Bouzas, especialista del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH)
que ha participado en la recuperación de algunas piezas emblemáticas incluidas
en las colecciones del Museo de Málaga.
Más de medio
millar de piezas del museo provincial se han sometido a diversos procesos de
restauración antes de su exhibición en el palacio de la Aduana. Las tareas se
las han repartido el IAPH y el Instituto del Patrimonio Cultural de España
(IPCE), dependiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Ambas
iniciativas suman más de un millón de euros de inversión y se refieren tanto a
las piezas arqueológicas como a grandes lienzos entre los que figuran, entre
otros, ‘Noche clara en La Caleta’ de Antonio Muñoz Degrain, ‘La meta sudante’
de José Moreno Carbonero, ‘La buenaventura’ de Enrique Simonet y ‘La última
ola’ de Emilio Ocón Rivas.
Estos
últimos le han correspondido al IAPH, que entre 2010 y 2015 ha recuperado más
de 450 obras con una inversión de 680.000 euros, tal y como recordó la
consejera de Cultura, Rosa Aguilar, el pasado 5 de mayo durante el traspaso de
la gestión del palacio de la Aduana del Gobierno central a la Junta de
Andalucía. Por su parte, las tareas del IPCE se han centrado en 94 piezas de la
Colección Loringiana.
En este
último flanco han trabajado los especialistas de las tres empresas que ganaron
el concurso convocado por el ministerio con un presupuesto global de 359.445,63
euros: los técnicos de Clave recuperaron las piezas de mayor tamaño en el
Jardín Botánico de La Concepción; en el PTA, los expertos de Ártyco actuaron
sobre las obras de menor tamaño, mientras que la compañía SIT se ha encargado
del traslado de las obras.
«En esta
intervención se le da al conjunto de la colección loringiana una unidad que
hasta el momento no había tenido», detallaba la restauradora Elena García
Martínez, del IPCE, directora técnica de la rehabilitación de los fondos
loringianos. Sobre estas esculturas se ha aplicado un «tratamiento sostenible»,
centrado en la eliminación de residuos y hongos. «Antes de actuar sobre las
piezas se han tomado muestras que se han estudiado en la Universidad de
Granada», avanzaba García antes de concretar los pasos básicos de este tipo de
intervenciones: primero se aplica un alcohol que actúa como biocida para
eliminar las microalgas y esporas incrustadas en las esculturas de mármol; tras
dejar el líquido actuar, se retira con vapor y las impurezas que aún queden se
eliminan a punta de bisturí.
Entre las
piezas rehabilitadas en La Concepción había esculturas que superaban los 500
kilos. Nada comparado con los 24.000 kilos que sumaba el hipogeo encontrado en
la calle Mármoles de la capital que ya descansa en el almacén visitable de la
Aduana. «Tenía una protección de cemento armado que elevaba mucho el peso»,
recuerda Bouzas, quien guarda una sensación especial para los trabajos de
recuperación del impresionante mosaico romano bautizado como ‘El nacimiento de
Venus’.
EL ‘RENACIMIENTO’ DE VENUS
«Se extrajo
en 1956 de una vivienda en Cártama y se colocó sobre un soporte de hormigón, al
aire libre, en el palacio de Buenavista. Ha habido que desfragmentarlo, limpiarlo
y volverlo a montar... Ha sido un trabajo duro, muy físico, sólo el emblema
octogonal de la parte central pesa unos 200 kilos», añade Bouzas.
Porque el
mosaico llegó en 46 fragmentos y ha terminado ocupando una superficie de 38
metros cuadrados. «En su recuperación hemos empleado un mortero de cal y arena
al modo de los romanos, pero actualizado, como es lógico. La pieza se ha
montado del revés y sobre ella se ha colocado una superficie de un material
ligero y muy resistente que se emplea en aeronáutica. Una vez ensamblado, le
dimos la vuelta y sólo en esa operación participamos seis personas», ilustra
Bouzas sobre el largo proceso de recuperación de una de las piezas más
espectaculares del Museo de Málaga.
ANTONIO
JAVIER LÓPEZ Diario Sur
La lírica
suele tener poco espacio en las pancartas de las manifestaciones. Pero aquella
era una concentración diferente, insólita, porque aquellas cinco mil personas
pedían en la calle nada menos que un museo para su ciudad, así que el mensaje
en la lona se permitió una pequeña licencia poética: ‘Queremos pintar algo’.
Sostenían el cartel un grupo de niños en la primera de las cuatro
movilizaciones ciudadanas que fueron determinantes para que el palacio de la
Aduana se convirtiera en la sede del Museo de Málaga.
‘La Aduana
para Málaga’ fue el santo y seña de aquella movilización ciudadana sostenida en
el tiempo durante cuatro años y que hizo cambiar la opinión del Gobierno sobre
el destino que debía tener el edificio más imponente de la ciudad, hasta
entonces empleado como sede de la Subdelegación del Gobierno y comisaría
policial.
Representantes
de algunos de los colectivos reunidos en aquella reivindicación participaron
ayer en la primera de las visitas programadas por la Junta de Andalucía para
presentar el nuevo equipamiento cultural y ese paseo sirvió de excusa para
rememorar aquellos momentos de lucha cívica.
Como en todo
relato coral, las versiones son diversas, a menudo incluso contradictorias,
pero en algo coinciden todas: la primera bocanada de aquel movimiento
ciudadano, allá por la segunda mitad de 1997, estuvo en el entusiasmo del
artista Rafael Alvarado. «Había una serie de asuntos pendientes en materia
cultural en la ciudad. Era un momento de reivindicación, de carencias de
infraestructuras. Siempre he vivido en el centro, el Museo de Bellas Artes era
como una parte de mí y el hecho de que lo cerraran sin plantear una alternativa
me parecía muy fuerte», recuerda Alvarado, en alusión al desalojo del museo
provincial en el Palacio de Buenavista para dejar su sitio al Museo Picasso Málaga.
«No se
entendía que no se buscara una alternativa al proyecto del Museo Picasso y
pensamos que debíamos articular una fórmula para canalizar el movimiento
ciudadano que empezaba a gestarse. Por entonces desarrollaba una actividad muy
intensa en el terreno de lo social, me comprometí bastante en esto y gracias a
la voluntad de otras muchas personas se creó la Comisión Ciudadana. Hicimos un
montón de reuniones para ver la manera de movilizar a la gente. Organizamos
acciones urbanas, concentraciones, de todo... Creo que logramos que el museo
fuera asumido por la ciudadanía y se ha demostrado que cuando la sociedad civil
se une, las cosas salen adelante», esgrime el artista malagueño, que ayer no
faltó a su cita con la memoria y con el deseo cumplido de ver la Aduana
convertida, al fin, en museo.
Asociaciones
de vecinos, peñas, organizaciones de consumidores, el Ateneo, la Sociedad
Económica de Amigos del País, intelectuales, artistas... ‘La Aduana para
Málaga’ capitalizó un impulso tan diverso como intenso. Las primeras reuniones
se celebraron en la sede del Ateneo (por entonces en la calle Ramos Marín),
pero aquella ola fue creciendo y orilló en El Pimpi, convertido en punto de
encuentro para los promotores de aquel movimiento.
«Estuvimos
en evolución constante hasta que la sociedad civil y las instituciones nos
apoyaron. Hicimos muchísimas manifestaciones en el palacio de la Aduana, en
Sevilla y en Madrid. Una vez nos colamos en una rueda de prensa de un alto
cargo del Gobierno y nos colocamos detrás con una pancarta reivindicando la
Aduana para Málaga... Fueron años apasionantes», confiesa Francisco Jurado,
representante de la Asociación de Artistas Plásticos de Málaga (Aplama) y
activo agitador de aquella reivindicación.
La primera
demostración de fuerza llegaba el 12 de diciembre de 1997. Aquel viernes, cinco
mil personas desafiaban al mal tiempo y ponían cara al anhelo de convertir el
palacio de Cortina del Muelle en sede del museo provincial. «Fue algo inaudito.
Además, el malagueño es cursi y eso de bajarse a la acera y sumarse en una
manifestación no lo hacía, pero allí sí estaban. Pedir un museo es una cosa
rara y la gente se sumó. Mis amigos de Italia me llamaban por teléfono y no se
lo creían», abrocha Eugenio Chicano, autor de la imagen que sirvió de emblema
visual a la plataforma y presidente de la Asociación de Amigos del Museo de
Málaga.
No pasaron
ni tres meses hasta la segunda manifestación. Esta vez fue un jueves, 5 de
marzo de 1998, y el éxito se repetía. Regresaba aquella pancarta, ‘Queremos
pintar algo’, de nuevo sostenida por niños. «Teníamos muy claro que debíamos
implicar a todas las personas, pero sobre todo a los más jóvenes, porque ellos
eran el futuro por el que estábamos peleando», sostiene Jurado.
Al impulso
ciudadano se fueron uniendo los partidos políticos y algunas instituciones,
pero el Gobierno mantenía su negativa a dar uso cultural a la Aduana. El punto
de inflexión llegaría dos años después, el 18 de enero de 2001. Otro jueves.
Pero en aquella ocasión, tras la pancarta que pedía ‘La Aduana para Málaga’
había 8.000 personas, según los organizadores. Era la mayor movilización hasta
la fecha.
Las
movilizaciones comenzaron en 1997, pero el objetivo tardó ocho años en llegar
«Cuando me
puse en la esquina del Málaga Palacio y miré hacia atrás no lo podía creer. Me
caían lágrimas de los ojos», confiesa Jurado antes de reivindicar la figura del
fallecido Rafael Puertas, director por entonces del museo. «Rafael luchó mucho
para lograr este sueño, lo pasó muy mal y tuvo un compromiso valiente y
apasionado. Es de justicia recordar y destacar el papel fundamental que tuvo
entonces para que el Museo de Málaga no cayera en el olvido», apostilla el
presidente de Aplama.
Habría que
esperar hasta 2003 para que el Ministerio de Cultura abriese la puerta de la
Aduana al museo; eso sí, entonces sólo concedió la planta baja del inmueble. El
camino se despejaba en 2005, ocho años después de las primeras movilizaciones.
El Gobierno central y la Junta de Andalucía firmaban un acuerdo a tres bandas
que liberaba el edificio para uso cultural.
Tendrían que
pasar otros cuatro años para el comienzo de las obras que han transformado un
edificio administrativo en un museo de factura impecable. Casi 40 millones de
euros y otros siete años después, la Aduana ya luce sus colecciones de
Arqueología y Bellas Artes. Las primeras salieron de la Alcazaba hace justo dos
décadas, las segundas abandonaron el Palacio de Buenavista para dejar su sitio
al Museo Picasso hace ahora 19 años. A los pocos meses comenzó la lucha de una
ciudad que quería pintar algo en el destino de su primer museo.
ANTONIO
JAVIER LÓPEZ Diario Sur
Así, la
entrada gratuita para los ciudadanos de la Unión Europea ha alzado a la Aduana
hasta el mejor estreno museístico en la historia reciente de Málaga. Con 43.164
personas, el Museo de Málaga lidera las estadísticas de afluencia durante el
primer mes de actividad, si bien ese guarismo queda a sólo 2.186 personas de
distancia del Museo Picasso Málaga, que allá por 2003 recibió en su mes
inaugural a 40.978 personas sin ofrecer el acceso gratuito a las salas del
palacio de Buenavista.
Desde la Consejería
de Cultura ofrecían los datos de
afluencia al Museo de Málaga en este primer mes. De ellos se extrae que el
98,97% del público ha procedido de la Unión Europea, mientras que el palacio de
la Aduana ha recibido en este tiempo a 448 visitantes extracomunitarios (el
1,03% del total).
672euros es
la recaudación en taquilla obtenida por el Museo de Málaga durante su primer
mes de funcionamiento . El dato se extrae de los 448 visitantes
extracomunitarios –los únicos que abonan la entrada de 1,5 euros– que han
pasado en este tiempo por el palacio de la Aduana.
ANTONIO
JAVIER LÓPEZ Diario Sur
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