viernes, 25 de marzo de 2011

Teodoro León cuenta con su habitual genialidad en este artículo sobre el Museo Carmen Thyssen lo que muchos piensan. El Museo Carmen Thyssen no es gran cosa , apenas diez cuadros importantes , pero su marketing es un grandísimo logro para Málaga.

¡Viva Tita! ¡Viva Tita!

El público feliz con el sarao vitoreaba a la encantadora starlette de los setenta como siempre tan maja

25.03.2011 - TEODORO LEÓN -DIARIO SUR
El Museo Thyssen es una gran operación. Para Málaga representa un éxito. Y el alcalde legítimamente puede anotarse este hito brillante en su balance. Su tenacidad se ha visto recompensada; también su prodigalidad con el dinero público, pero eso es capítulo aparte. En fin, la colección no es gran cosa, pero eso no menoscaba el acierto estratégico. Es verdad que sólo hay ocho o diez cuadros importantes y lo demás es fondo de armario, pero en definitiva se implanta en Málaga un Museo Thyssen y esto aporta valor añadido con una buena cotización. Sin duda la colección carece de discurso museográfico -lo normal, considerando que se trata finalmente de las compras de una aristócrata consorte que ha tirado de chequera para adquirir sobre todo caprichos costumbristas- pero al público del museo no va a desalentarle lo más mínimo. La pinacoteca de Carmen Cervera va a convertirse en un estupendo reclamo para Málaga en los catálogos turísticos. Como ciudad de fin de semana, el sello Thyssen venderá. La marca, bajo el signo del marketing, es fundamental. Y Thyssen, en el branding del arte, es primera marca; aunque los cuadros no lo sean.

El toma y daca queda felizmente equilibrado. Málaga se hace con un Museo bajo la etiqueta Thyssen y la señora Thyssen gana un almacén de lujo para su colección personal. Naturalmente algunos visitantes de la pinacoteca sí repararán en el error de confundir el Museo Thyssen de Madrid con este Museo Thyssen. Nada que ver. La colección Thyssen Bornemisza es el legado imponente de una de las familias industriales más poderosas del acero alemán, ennoblecida por la aristocracia del Imperio Austro-Húngaro; y ésta es la colección de Carmen Cervera, una mujer muy simpática que, tras ser Miss algo en los sesenta, llegó a Hollywood al casarse con un actor al que pidió un autógrafo en un avión y después ya vino aquello del barón. En el mundo del arte con mayúsculas, su colección no representa apenas nada; pero más allá de esos circuitos exclusivos a veces un poco snobs, su Museo va ser un estupendo éxito popular. Ya lo es. Y si el alcalde promotor no se hubiese empeñado en inaugurar en plena campaña electoral para arañar unos votos, quizá incluso habrían podido evitarse algunos asuntillos feos en las contrataciones, los gastos absurdos para acelerar el final, las prisas para abrir con las obras no acabadas o los procedimientos administrativos irregulares. La politización siempre tiene su lado oscuro, pero, en fin, ahora eso ya no importa porque este éxito luminoso está consumado y se veía en las caras del público feliz con el sarao vitoreando a la encantadora starlette de los setenta como siempre tan maja. La verdad, todo ha resultado muy simpático.

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