EL MIRADOR. Vergüenza al cubo
Hay que reconocer que las administraciones han ganado la partida del Puerto. Las reservas de indignación cívica con la esquina están agotadas. Apenas ya unos pocos ciudadanos se resisten a rendirse, e incluso han presentado denuncia ante la Fiscalía, pero una mayoría ha claudicado ya muy hastiada. Como último señuelo muestran otra solución de dieciséis metros de altura, un cubo equivalente a cinco plantas de altura en la 'esquina de oro', con las obras ya avanzadas, en pleno mes de julio, ante una opinión pública al sol y mediante una mala infografía donde difícilmente puede percibirse su impacto. A estas alturas ni siquiera se trata de un debate estético entre partidarios y detractores del cubo, sino las estratagemas de una administración bananera ante una ciudadanía harta de estos proyectos eternizados entre polémicas inútiles. Al final, por agotamiento, ganan. Un año después del manifiesto que hizo retirar el mamotreto de la esquina del puerto, ésa es la respuesta: otro mamotreto, con la coartada del cristal, como si esto lo hiciera invisible, con trescientos metros de planta, léase cinco mil metros cúbicos simulados tras esa retórica engañosa del cristal.
Probablemente la solución final del Puerto sólo podía acabar así: con la sensación de que se va a consumar una barbaridad mientras la ciudadanía ha claudicado. Todo hace pensar que es una barbaridad jurídica, porque difícilmente no vulnerará la Ley de Contratos públicos haber hecho modificaciones a posteriori del concurso (nada menos eliminar el vial trasero de servicio en la zona de locales, aunque ahora haya que manejar mercancías y basuras por la fachada, y dar medio metro más de altura a esos locales para un mayor aprovechamiento a costa de subir la rasante apantallando el Paseo de la Farola); y en todo caso parece una barbaridad urbanística puesto que se está ejecutando y casi terminando un proyecto cuya tramitación urbanística no tiene, que se sepa, aprobación definitiva. La respuesta de la Fiscalía añadirá luz, pero ni siquiera hace falta situar todo esto fuera de la ley para ver la medida del error. Dentro de la Ley ya es asombroso que un lugar hipersensible de la ciudad como 'la esquina de oro' se resuelva urbanísticamente con esa falta de transparencia y calidad.
El razonamiento es en realidad muy simple: la esquina del Puerto es una intervención pública hipersensible y por tanto las decisiones no se le pueden trasladar al operador privado para que decida exprimiendo los criterios de rentabilidad. Los números importan, claro que sí, pero antes que nada importa el espacio público de la ciudad, y más en un lugar así. Es en estas oportunidades donde una ciudad se autorretrata dando la medida de sí misma.
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