Durante los últimos
años los ciudadanos
venimos observando cómo la lógica
y necesaria evolución y transformación de nuestra ciudad se viene desarrollando
a costa de la desaparición de destacados elementos de interés patrimonial, y lo
que resulta más grave, sin que su destrucción fuese totalmente necesaria y
acompañada de la necesaria reflexión.
Las destrucciones recientes de la estación de FCC. (Protegida a
posteriori) para construir la infraestructura comercial de la Estación María
Zambrano, o del silo portuario para realizar el Palmeral de las Sorpresas,
podrían encajar en esta situación.
En los momentos actuales diversos sectores de la sociedad
malagueña debaten acerca
de la construcción
de un hotel
en el pasillo de Santa Isabel,
que se nos presenta como un progreso para la ciudad, cayendo incluso en el
falso argumento de enfrentar a los partidarios
de la nueva arquitectura contra los conservacionistas, en un intento de
descalificar la postura de éstos. Lo
cierto es que –tal y como está planteado-, la construcción del hotel se llevará
a cabo a costa de un considerable impacto en el perfil de la ciudad y de la
destrucción de importantes elementos patrimoniales: la desaparición de una
significativa trama histórica (el Pasillo de Atocha) y de un destacado inmueble
decimonónico (el denominado Pensión La Mundial). Éste último –obra del maestro Eduardo Strachan, de 1894-,
ofrece el indudable interés de su bien resuelta esquina en curva (seguidora de
los diseños de calle Larios, del mismo autor) y en su interior, elementos
arquitectónicos y ornamentales originales, algo que lamentablemente, sí se ha
perdido en otros edificios coetáneos que
se han conservado.
Pero quizás lo más grave es el hecho de que en consideración
a estos valores la Gerencia Municipal de Urbanismo le otorgó en el PEPRI Centro
de 1989 protección arquitectónica de grado II, la misma que le ha sido
eliminada para poder derribarlo y unir su solar al del pretendido hotel ¿Cuándo
se equivocó la administración? ¿En 1989 cuando
lo protegió, o
ahora, cuando va
a derribarlo? En
esta coyuntura la interpretación que hace el ciudadano es que los
valores patrimoniales, lejos de estar fundamentados, son un adorno de quita y
pon, plegados siempre a los intereses económicos.
La opción de recuperar sus notables herrajes para
integrarlos en un nuevo edificio no
puede ser mayor despropósito, pues devengará en una falsificación que hace
pasar por admisible, con lo que el daño que se
hace a la
sociedad es aún
mayor, al transmitirle
un mensaje erróneo. No se trata
de elegir entre arquitectura actual o decimonónica, sino entre buena
arquitectura –el Museo Romano de Mérida, obra de Moneo, o la Pensión La
Mundial, serían buenos ejemplos-, y otra arquitectura, como la del hotel, cuya
excesiva altura contribuirá a degradar nuestro ya maltratado centro histórico.
Mientras en otras grandes capitales nos muestran como la
arquitectura histórica convive con la contemporánea mediante proyectos creativos
y de calidad,
en Málaga parece
que la única opción posible es derribar lo
antiguo para dejar paso a lo novedoso,
no siempre mejor que lo eliminado. Nuestra ciudad se va desprendiendo de su
personalidad y señas de identidad para mimetizarse mediante una arquitectura
estandarizada, no necesariamente de mala calidad, pero que podremos encontrar
en cualquier otro lugar.
Ante esta coyuntura, ¿Cómo harán nuestras administraciones
para exigir respeto por
el patrimonio protegido
a los propietarios privados, una vez que éstos han
comprobado la ligereza con la que se desprotege y destruye éste? A este paso este
pernicioso camino emprendido no solo nos privará de nuestro patrimonio más
singular, sino de la integridad moral de nuestra sociedad.
Francisco Rodríguez Marín, Estrella Arcos von Haartman, Eva
Ramos Frendo, Juan Mª. Montijano García , Mª. Teresa Méndez Baiges, Francisco
García Gómez y Belén Ruiz Garrido
Profesores de Hª. Del Arte de la UMA
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