domingo, 31 de enero de 2010

Surge efecto la contestación ciudadana hacia algunas actuaciones municipales, como el soterramiento de los contenedores

EL PUEBLO ES SOBERANO

29.01.2010 - ANTONIO ROCHE.SUR
Alos políticos se les llena la boca cuando dicen aquello de: 'El pueblo es soberano'. Claro, siempre que la opinión del pueblo se acerque a sus postulados o intereses. Pero cuando el pueblo se pronuncia abiertamente sobre algo que le incumbe directamente, la soberanía queda en entredicho. Hay muchos ejemplos en Málaga. El más reciente es la rebelión de vecinos y comerciantes ante la intención del Ayuntamiento de colocar contenedores soterrados en mitad de la plaza de Félix Sáenz. Nadie quiere tener un bidón de basura en la puerta de su casa, pero parece lógica la protesta, ya que posiblemente haya una ubicación menos inoportuna en las calles próximas.

El equipo de gobierno dio ayer marcha atrás y anunció que paralizará las obras a la espera de encontrar una ubicación mejor, tras la presión de la oposición y la opinión soberana del pueblo, representado por un puñado de residentes y comerciantes. Es curioso, pero las últimas ubicaciones de los contenedores soterrados han levantado olas de protestas. El anterior fue el que se ha puesto en un lateral de la entrada a la calle Larios, cerca del antiguo Banco Zaragozano. Ha habido quejas porque no ha gustado que en la principal vía de la ciudad, salón noble de la urbe, se coloque todos los días la basura. En esa ocasión, la crítica no fue tenida en cuenta.

En los años ochenta, en la plaza de Félix Sáenz colocaron unas piedras verticales de granito a modo de decoración junto a la fachada de la perfumería Primor. Arreciaron las críticas. Las piedras sólo servían para que detrás de ellas, cuando anochecía, las prostitutas ejercieran su oficio. No pasó mucho tiempo y el Ayuntamiento, entonces presidido por Pedro Aparicio, ordenó retirarlas porque se habían convertido en una losa en su gestión.

Hace años también, cuando construyeron el puente de la Esperanza, dejaron una miniacerita en la zona sur de la pasarela -además jalonada con pivotes- por la que era imposible transitar y, por el contrario, dejaron en medio una mediana peatonal. Algunos ciudadanos cuestionaron el proyecto, pero el Ayuntamiento no tuvo en cuenta su opinión. Ahora, años después, gracias a los fondos de ZP, el Consistorio ha reformado el puente y ha dotado de una acera a la zona donde no había.

En ese afán de retirar vehículos de la vía pública, el Consistorio ha emprendido reformas y ampliación de aceras en las esquinas con la pérdida de plazas de aparcamiento. Lleva esa política a tal extremo que a veces roza el absurdo. Vean el saliente de acera recientemente construido en la confluencia de las calles Trinidad Grund y Tomás Heredia. Más de un conductor se lo ha 'comido' al acceder a esta última vía desde la Alameda Principal. Si el pueblo es soberano, que los políticos lo escuchen.

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