jueves, 7 de enero de 2010

Visita al Centro Histórico de Málaga con el geógrafo de la UMA Alfredo Rubio

"Si se quitó la Casa de la Cultura para liberar el espacio del teatro romano, ¿qué sentido tiene ahora esto?", se preguntaba ayer el geógrafo Alfredo Rubio en alusión al centro de interpretación del teatro romano recién levantado por la Consejería de Cultura y pendiente de inaugurar. La caja ocupa el espacio que dejó el antiguo edificio y oculta parte de la imagen que conforman la muralla de la fortaleza árabe, la ladera de La Alcazaba y el propio teatro romano.








El Ateneo organiza recorridos a pie para enseñar a ver la ciudad entre el Cementerio Inglés y el Museo Picasso que desvela el pulso histórico de una ciudad en permanente riesgo de extinción

Encarna Maldonado / Málaga Hoy
 28.12.2009
El geógrafo de la Universidad de Málaga (UMA) Alfredo Rubio llama "Málaga Oloroso" al trayecto que separa el Cementerio Inglés del Museo Picasso. El olor de este recorrido en realidad es virtual. Se adivina entre los legados del siglo XIX que la presión urbanística no ha podido batir, la herencia árabe y romana, los restos de la primera ciudad fenicia, la genialidad picassiana y la destrucción que carcome el centro histórico. Cuarenta personas recorrieron ayer esta ruta en una actividad organizada por el Ateneo en un intento de aprender a caminar por la ciudad más allá del paseo medicalizado o del paseo turístico.



Los aires románticos del Cementerio Inglés marcan el punto de partida. El jardín funerario que albergó las primeras plantas de ficus, araucarias o jacarandas de la ciudad no es ahora el que contara Hans Christian Andersen tras una visita que realizó en 1862, cuando hablaba del vergel en el que la comunidad anglicana compartía oficios religiosos y tés, al tiempo que se hacían traer geranios desde Gibraltar para embellecer el recinto.



El cementerio se construyó en 1830 impulsado por el cónsul inglés William Mark previsiblemente espantado por los enterramientos que se dispensaban a los no católicos que eran estacados en las playas al estar prohibida su inhumación en los cementerios. La historiadora del arte Noelia García explica en un artículo que Mark hizo valer ante el gobernador de Málaga, el general José Manso, un acuerdo comercial de 1677 en el que se incluía que España debía designar un lugar decente y apropiado para enterrar a los súbditos de Gran Bretaña que morían en estas tierras.



Para tal fin se cedió una colina alejada de la urbe, que hoy se eleva a la izquierda de la avenida de Príes. Se convirtió en un jardín botánico en el que fueron sepultados desde el propio William Mark hasta el capitán y el ingeniero que murieron en el hundimiento del barco escuela alemán Gneisenau, Marjorie Grice-Hutchinson, historiadora del pensamiento económico que estudió y dio valor a este cementerio, o el poeta de la Generación del 27 Jorge Guillén. También fue allí sepultado Joseph Noble, médico inglés que murió de cólera en Málaga en 1861 y cuya familia empleó su herencia en crear la fundación que promovió el hospital Noble para atender a los marinos que llegaban al puerto. El edificio de estilo neoclásico tiene ahora uso municipal.



Aquel esplendor decimonónico del Cementerio Inglés ya no se conserva. Sigue teniendo el aire romántico de otros tiempos con sus tumbas unas veces monumentales y otras humildes y adornadas con cochas marinas, pero la vegetación escasea y los bancales ceden, encajonados entre torres de edificios.En el primer tercio del siglo XIX la colonia extranjera de Málaga estaba compuesta fundamentalmente por comerciantes y marinos que acudían atraídos por la actividad del puerto. Todavía no había emergido la potente industria siderúrgica que colocó a Málaga a la cabeza de la revolución industrial en España. No fue hasta 1832 cuando se construyó la ferrería La Constanza y unos años después la ferrería de Giró, al sur del Cementerio Inglés donde actualmente se levantan los bloques de Cantó.



De hecho, Alfredo Rubio estima que las viviendas situadas en la acera sur de la avenida de Príes dada su estructura debieron pertenecer a los capataces de esta compañía siderúrgica. Sin embargo, la industria entró en crisis a finales del siglo XIX y comienzos del XX lo que condujo "a repensar Málaga como una ciudad turística", explica Alfredo Rubio. Este fue el primer intento y las muestras más evidentes han quedado en el palacio de Miramar y la acera sur de la avenida de Reding. Dentro de esta misma mirada se encuadran también el Parque de Málaga e, incluso la calle Larios. Se postulaba como una ciudad balnerario de invierno. No en vano fue entonces cuando se creó la sociedad propagandística del clima.



Sin embargo, la acera norte de la avenida de Reding es ahora el escaparate que mejor refleja cómo se ha combinado arquitectura, historia y presión urbanística. Para los transeúntes la colina de pizarra ha desaparecido detrás de los bloques que se levantaron en los años 60 y 70 sobre las viviendas del siglo XIX que sólo en algunos casos alcanzaban tres plantas de altura. "La Málaga del siglo XIX era de primera magnitud, pero no tenía grandes hitos monumentales, por eso no se le dio valor", apunta el investigador de la UMA que durante 12 años estudió "casa a casa" la ciudad. Además, los planes de ordenación urbana de los años 30 y 50, de Daniel Rubio y José González Edo "no piensan en la herencia urbana", para "desconsiderarla radicalmente" en los años 70 en el plan que firmaron Eduardo Caballero y Ricardo Álvarez de Toledo.



La colisión de la arquitectura en esta zona no se detiene en los años 70. Otra muestra discutida es la infraestructura exterior del aparcamiento clavada en el lateral este de la plaza de toros, además del propio museo municipal y el zigzag de piedra que acabó con La Coracha, el barrio histórico que enlazaba Gibralfaro con La Alcazaba.



La salida del túnel por la plaza de La Merced no es por el momento más esperanzadora. Una fila de coches estacionados corona la bóveda bajo el muro de la fortaleza, entre carteles, pintadas y chorreras formadas por las últimas lluvias. El Ayuntamiento licitó a comienzos de este año un proyecto para recuperar paisajísticamente la falda de La Alcazaba que contempla la mejora de las zonas verdes y un concurso de grafitis para decorar los paredones de las casas ubicadas a la derecha del túnel. Por el momento, lo único que hay son dos fenomenales carteles (de una constructora y del plan Zapatero) en lo que debería ser una estampa esencial de una ciudad turística con aspiraciones culturales.



Traspasado el sobresalto del inmueble de los cines Astoria y Victoria, y a la espera de lo que finalmente pueda suceder con este edificio que el Ayuntamiento quiere comprar para equipamiento cultural y que a Alfredo Rubio le gustaría "que desapareciera para dejar abierta la vista sobre la plaza", el paseo urbano de Málaga Olorosa enfila la calle Alcazabilla, ya en la fachada trasera del Museo Picasso. El caminante todavía no puede tener una visión general de la actuación urbanística planteada en esta zona que está aún sin completar, aunque los primeros elementos que emergen tienen todos los ingredientes para prender la polémica.






La ruta concluyó en el Museo Picasso con un reconocimiento tanto a la labor de restauración que se hizo sobre el palacio renacentista de Buenavista como de los restos fenicios que se hallaron en el subsuelo, pero que aún así no ha sido suficiente para levantar un entorno que pasa por ser de los más deteriorados del casco histórico.

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