domingo, 11 de abril de 2010

La metáfora del torreón

La metáfora del torreón
La Calle Alcazabilla, en lugar de parque arqueológico, ha acabado por parecer una pista de aterrizaje
01.04.2010 - TEODORO LEÓN GROSS. SUR

Hay fotografías de prensa que por sí mismas, sin necesidad de texto, delatan todos los matices de un contexto, todas las connotaciones de la realidad. Ha ocurrido esta semana durante la inauguración del torreón mudéjar de la judería, esa coqueta oficinita de turismo, ubicada en la vieja Calle Real, en la que apenas se pueden dar cuatro pasos de este a oeste y poco más de norte a sur. Para la fotografía del acto, de lado a lado de la calle, posaban nada menos que seis mandatarios de la ciudad: ¡seis grandes hombres para ese pequeño torreón! Y en otra de las fotografías llegaba a haber más del doble de prohombres. Seguramente no cabrían todos dentro del torreón, y en ese caso la oficina parecería el camarote de los hermanos Marx en aquella escena delirante en la que también se metían catorce personajes -entre gobernantas, plomeros, manicuras y camareros- en un espacio similar. Eso sí, a ninguno, con seguridad, le habrá pesado el barullo o, mejor aún, quedarse fuera. En realidad no estaban allí por el torreón, sino por la foto. La imagen de todos esos mandatarios reunidos para inaugurar una oficinita de turismo es por sí misma suficientemente reveladora. A falta de inversiones, dentro de poco acudirán masivamente a fotografiarse en la ceremonia de colocación de cada nuevo contenedor de basura o en el encendido inaugural de cada semáforo. Son las otras estampas de la crisis.
El torreón, por demás, se prestaba a algo más de discreción. Después de diez años para completar la obra, tampoco daba para mucha ceremonia. El Plan de la Judería fue presentado por Celia Villalobos al final del siglo anterior, y ya con el sello de urgente para recuperar esos adarves de la ciudad hispanomusulmana como extensión con encanto de la Calle Alcazabilla, el corazón monumental de la ciudad, con su postal mágica entre todos los balcones de la historia, el Teatro Romano y la Alcazaba, el palacio neoclásico de la Aduana y la torre de Santiago o el museo Picasso como otro hito de la traza medieval. Pero la Judería lleva años estancada entre proyectos y paralizaciones, entre contraproyectos y fracasos, mientras el teatro frisa dos décadas en el laberinto y en definitiva la Calle Alcazabilla, en lugar de un parque arqueológico, ha acabado por parecer la pista de aterrizaje de un viejo aeródromo militar con su carril rectilíneo de cemento. No hay de qué sorprenderse. Bajo la ciudad primitiva, en el Puerto, ya van tres décadas de soluciones frustradas. La dilatación burocrática de los proyectos es una de las especialidades de la ciudad. Quizá falte talento para otras cosas, pero debe de haber pocas ciudades capaces de empantanar cada proyecto durante tanto tiempo con tanta eficacia. Para eso hay un talento asombroso.

No hay comentarios: