Sebastián Sánchez. Málaga Hoy
El pasado nunca se muere, ni siquiera es pasado", escribió William Faulkner. Bien cierto es cuando se contemplan aquellas obras de antaño rescatadas con el transcurrir de los siglos en un intento por recuperar la memoria misma; por poner de relieve las formas, las maneras, las costumbres y también los colores que hicieron ricas a las civilizaciones pasadas. Un reflejo de ello es el logro que desde hace más de una década ha posibilitado recomponer en muchas calles del casco antiguo de Málaga la estampa original de los inmuebles que en ella se levantan, que ahora, tras décadas ocultos, enseñan a todo el que quiera mirar su verdadera fachada, esa que en su origen fue marcada por azules, amarillos, verdes, grises...
Uno de los episodios más recientes y que más satisfacción ha provocado entre los técnicos de la Oficina de Rehabilitación del Centro, dependiente del Ayuntamiento, es el de un inmueble de calle Panaderos, a escasos metros del mercado de Atarazanas. En las paredes de este edificio, durante semanas tapadas por un amplio andamiaje, se observan ahora llamativas y coloridas pinturas largamente escondidas. Marcas de pincel y brocha que sorprenden por su contenido y reflejan la particular personalidad de quien pudo ser su propietario.
"Se observan imágenes de tiendas de campaña con la bandera de España al lado; una especie de serpiente y bajo ella un hombrecillo...", explica Francisco Bravo, responsable del organismo municipal, para el que estos detalles permiten pensar que se trató de un hombre "que fue a hacer las Américas y cuando volvió quiso plasmar en su casa los paisajes que vio".
Lola Tuduri, técnica encargada de seguir este tipo de apariciones, admite que nadie podía imaginarse al inicio de la recuperación del inmueble lo que posteriormente ha surgido. "Nosotros sabíamos que había un reloj pintado, pero no que recogía tanto", admite. Esta construcción es un palacete barroco cuyo origen data del siglo XVIII, aunque ello no implica que las pinturas sean del mismo momento. "Lo que sí sabemos es que el edificio fue donado a las Carmelitas, porque en una de las esquinas se puede observar el escudo de esta orden", matiza Tuduri. "Pensamos que el propietario se fue a América, porque todos los tondos que aparecen recogen imágenes del mar y de la guerra; es como si hubiese cruzado el Atlántico", añade.
El número 12 de Panaderos es un ejemplo más de los descubrimientos que en los últimos años han realizado los técnicos del Ayuntamiento, en el marco de una intervención que trata de poner en valor las pinturas con la que, en muchos casos en el siglo XVIII, los propietarios decoraban sus viviendas. Pero el grado de concienciación que ahora demuestran tanto las instituciones como los dueños no ha sido tal en décadas anteriores. "Hubo un momento, a principios del siglo XX, en que a todo el mundo le dio por pintar las paredes con cal, ocultando las pinturas y los colores", destaca Bravo. La utilización de cal, que escondió durante años esa riqueza cromática, tuvo sin embargo gran beneficio para el rescate actual. "Gracias a la cal se han conservado las pinturas; en caso contrario, los elementos químicos las hubiesen afectado", dice Tuduri.
Otra muestra del aumento de la vigilancia sobre estos elementos ha tenido lugar en la misma normativa urbanística. "En el catálogo del centro se le dio más importancia al siglo XIX que al XVIII, con lo que los edificios barrocos ni siquiera estaban protegidos, con lo que un propietario podía tirarlos si quería", precisa la técnica de la oficina municipal. Hasta ahora, puesto que todo edificio en el que se detecten arquitecturas fingidas, recreaciones de elementos constructivos u ornamentación vegetal, por ejemplo, son inmediatamente protegidos.
Lo ocurrido en la capital no tiene parangón en otras provincias. "En el caso de Málaga el material de construcción que se empleaba en esa época era barro y piedra", cuenta Bravo, mientras en ciudades como Sevilla o Córdoba las edificaciones son anteriores y de materiales más ricos. Esta circunstancia hizo que muchos vecinos optasen por usar pinturas para dar realce a las construcciones. "Ésta era una manera muy barata de darle dignidad a la vivienda", indica Tudiri, que recuerda que eran los artesanos mudéjares que se habían quedado en Málaga los que asumían esa tarea "sin que costase mucho".
Entre las construcciones donde se plasmó esta manera de embellecer están las que se levantaron en el siglo XVIII en la calle Hinestrosa, vía donde "casi todas las casas tienen pinturas, del 6 al 24", comenta. "Yo digo que son las primeras casas adosadas que se hicieron, porque son todas iguales, con solares idénticos; esto fue en el momento de la desamortización, cuando se quedan los solares y se urbaniza todo a la vez, con el mismo promotor", explica Tudiri.
La intención del Consistorio pasa por recobrar toda esta riqueza visual e integrarla dentro de la oferta turística. "Hemos hecho rutas con arquitectos y otros profesionales, pero es una buena idea hacer itinerarios especiales cuando tengamos algunos edificios más", señala Bravo. La recuperación de las pinturas de antaño no es más que el rescate de la Málaga de ayer
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