Memoria y dignidad
Málaga ha deparado la mayor exhumación de fosas del país, casi tres mil cuerpos sólo en San Rafael
31.05.2010 - TEODORO LEÓN SUR
Este fin de semana se ha tributado otro homenaje al movimiento de la Memoria Histórica de Málaga; otra medalla aceptada con esa discreción radical que para ellos es una seña de identidad. Todo sin ruido. En honor a la verdad, en honor de ellos, fue injusto creer que al abrir las fosas destaparían la caja de Pandora del viejo cainismo guerracivilista. No ha sido así. Las fosas se han abierto con el rigor quirúrgico de los arqueólogos, y sobre todo con una discreción llena de inteligente prudencia, hasta trasladar los huesos al cementerio de modo que en el viejo camposanto de San Rafael, ya apenas un erial junto a un polígono, sólo queda silencio y unos guijarros marcando la ubicación de las fosas entre cipreses alineados que delatan lo que fue el lugar. Todo se ha hecho lejos de la tentación de ajustar cuentas con el pasado.
Málaga ha deparado la mayor exhumación de fosas del país, casi tres mil cuerpos -otros mil más no están allí- despreciados tras la guerra bajo el estigma de la Antiespaña, condenados al olvido en fosas y más fosas donde se amontonaban los cuerpos como pescado en lata, alienados por capas, hasta siete alturas, incluyendo niños o embarazadas, con las balas disparadas a corta distancia e incluso las vainas de las máuser al rematarlos allí. Los promotores de esta recuperación, desde que leyeron que el viejo cementerio iba a convertirse en un parque, no buscaban desenterrar los demonios de la España fratricida; sólo dar un lugar digno a los suyos, como se hizo tras la guerra con las víctimas del otro bando en la Catedral o en sus panteones y tumbas. Puede ser discutible, pero no condenable.
Al pasear por el viejo San Rafael, ya clausurado entre los muros donde perduró hasta hace poco la huella de los fusilamientos, ha desaparecido la iconografía del horror. Paco Espinosa, el alma del movimiento y de la investigación que hoy se considera un modelo para toda España, de pronto saca del bolsillo un documento de 1959, cuando se reclamaba el traslado de muertos para el Valle de los Caídos.
-Fijaos qué lenguaje más interesante -observa el profesor Arcas- son los años cincuenta y ya no hablan de vencedores o vencidos, sino de «héroes y mártires de ambos bandos».
Hacen memoria con dignidad, con ponderación. No hay sombra de resentimiento. A veces parece costarle más a la vieja derecha que a ellos convivir con aquello. Sí, han vuelto atrás para cumplir un deseo insobornable de sus madres y abuelas, de sus familias rotas; pero no cuentan una historia de buenos y malos sino una tragedia en su caso redoblada. Quienes perdieron la guerra, siguieron perdiéndola mucho tiempo. Al oírles es fácil entender el significado de algo que, desde la teorización sin alma, muchos no hemos entendido antes.
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