La opción de suprimir el tabernáculo o templete del
altar mayor de la Catedral para ganar espacio para las celebraciones no ha sido
bien acogida por la mayor parte de los arquitectos e historiadores del Arte
cuestionados al respecto. Esta idea, que como ayer informó este periódico ha
sido barajada por el obispo, Jesús Catalá, y no descartada por el borrador del
plan director de la Catedral, que no obstante no concreta proyecto alguno al
respecto, se topa con el argumento de los que sostienen que se trata de una
seña de identidad del primer templo de la diócesis aunque ya no cumpla la
función para la fue realizado a finales del siglo XIX, la de albergar al
Santísimo Sacramento.
El decano del Colegio de Arquitectos, Antonio
Vargas, expuso que hay otras fórmulas para resolver la falta de espacio del
altar mayor para las celebraciones en las que participan numerosos sacerdotes
sin necesidad de tocar el templete. «Modificando o dando una solución a las
tarimas de madera enmoquetada que se colocaron para ampliar el altar ya se
empieza a paliar bastante el problema», opinó Vargas, quien incidió en que
puede haber opciones «más sencillas» y más respetuosas con el patrimonio. En
ese sentido, pidió a la Iglesia que sea rigurosa cuando elabore el proyecto de
remodelación del altar.
El profesor de Historia del Arte de la UMA Juan
Antonio Sánchez López, autor de un libro en el que analiza en detalle la
historia del tabernáculo catedralicio, se mostró «completamente en contra» de
que se suprima del altar mayor. «Es una seña de identidad inamovible de la
Catedral que puede tener uso perfectamente colocando en su interior la imagen
de un Cristo crucificado o resucitado, ya que de este modo se mantiene el
discurso cristológico de la capilla mayor del templo», señaló. Y es que según
este experto en el tema, las de Málaga y Granada son las primeras catedrales
que plantearon el proyecto de su tabernáculo y su altar mayor como un espacio
dedicado a la figura de Jesucristo empleando para ello un templete en vez de un
retablo al uso. «Este modelo fue seguido luego por otras catedrales de
América», añadió.
Sánchez López desveló que, al margen de las escenas
de la Pasión de Jesús recogidas en los frescos de Cesare Arbassia que rodean al
tabernáculo, hay más pinturas todavía por descubrir en las que aparecen ángeles
basados en los de la Capilla Sixtina que señalan al templete. «Lo que hay que
hacer es rescatar esas pinturas y terminar el tabernáculo, que puede ofrecer
una cierta imagen de monumento funerario porque todavía le faltan los bronces
que se diseñaron para decorar sus pilastras y los candelabros que iban a llevar
los ángeles que lo rodean. Si se termina, ofrecerá una imagen muy distinta»,
relató el profesor, que igualmente se opuso a la idea recogida por el plan
director de la Catedral para bajar la altura del presbiterio, es decir, el
entarimado en el que se celebran las misas. «Esto es una equivocación. La
concepción espacial de una iglesia es semejante a la de un teatro o escenario
que garantiza la plena visibilidad de la liturgia, de ahí que los altares
mayores estén en alto», añadió.
Empeño histórico
Por su lado, la catedrática de Historia del Arte de
la Universidad de Málaga ya jubilada Rosario Camacho también se inclina por
intentar mantener el tabernáculo en su posición original, si bien reconoce que
su supresión puede ser la solución a la falta de espacio en el altar mayor
aducida por el Obispado. «Creo que es importante respetar la historia y no sé
si es un elemento que estorba tanto como para tener que cambiarlo de sitio»,
comentó esta reputada experta en el patrimonio malagueño, quien recordó que
está documentado «el empeño» del Cabildo de la Catedral desde el siglo XVI por
intentar contar con un tabernáculo definitivo, si bien se trata de una pieza
que en la actualidad ha perdido su función inicial dentro de la liturgia.
Por el contrario, el aparejador del templo, Fernando
Ramos, es partidario de «tener la mente abierta» a la hora de reflexionar sobre
las posibles soluciones para el altar mayor catedralicio. En ese sentido, opina
que no hay que sacralizar la permanencia del tabernáculo en el lugar que ocupa
desde finales del siglo XIX y se mostró a favor de trasladarlo a otra iglesia
de la capital que carezca de retablo. «Siempre que ese traslado se haga con
sumo cuidado, no hay porque rechazarlo. La Catedral es un edificio vivo y hay
que estar abierto a cambiarlo para que la liturgia se pueda celebrar
adecuadamente», comentó. En ese sentido, también apuntó que es necesario, tal y
como apunta el plan director en elaboración, bajar la altura del presbiterio,
«que es uno de los más altos de las catedrales españolas», según indicó.
27.08.13 - JESÚS HINOJOSA Diario Sur
2 comentarios:
Los que viven del ladrillo, como siempre, barriendo para lo suyo, ganar dinero, aún a costa de hacer polvo el patrimonio. Podría usted,señor Hinojosa hacer más estudios arquitectónicos...un verdadero filón para tiempos de crisis.
Es patente que los señores arquitectos-aparejador-obispo, forman un equipo magnífico contra el Patrimonio. Vamos a darle dinerito fresco a otro descerebrado proyecto. Que devuelvan la verja, eso es lo primero que tendrían que hacer ¿O se ha "extraviado"?
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