La Málaga que fallece
en sus ruinas
El centro de la ciudad está plagado de edificios singulares
abandonados y en estado ruinoso Con su decadencia se deja escapar un patrimonio
que pertenece a la colectividad
Tan sólo hay que tener la mirada atenta para presenciar una
Málaga que fallece en sus propias ruinas. Ventanas rotas, puertas tapiadas, tejas
y balcones desprendidos, el esplendor lejano va borrando año tras año sus
huellas ante la desidia de propietarios y la dejadez de instituciones. En el
centro histórico de la ciudad, decenas de edificios singulares están
abandonados y en estado ruinoso. En algunos han tomado cartas en el asunto y
hace unos días comenzaron a colocar andamios en la fachada de La Equitativa. La
Gerencia de Urbanismo ha obligado a los dueños la reparación exterior del
inmueble como requisito para pasar la Inspección Técnica de Edificios (ITE).
Sin embargo, hay otros muchos que siguen muriendo lentamente.
Antonio Vargas, decano del Colegio de Arquitectos y profesor
de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Málaga, considera que
"la cultura del mantenimiento de edificios aún no existe" y que la
ITE, una obligación que es relativamente reciente, es una herramienta que puede
ayudar a generar esa cultura. Y tan sólo hay que hacer un breve recorrido por
las calles Madre de Dios, Dos Aceras, Álamos, Carretería y Compañía para
comprobar numerosos ejemplos de dicha falta de actuación ante un bien privado
pero que también pertenece a la colectividad.
"Hablamos de patrimonio y tendríamos que buscar un
sistema de vigilancia más intenso antes de llegar a la ruina, realizar inspecciones
más frecuentes, un sistema regulado con mayores exigencias y control para que
no sólo se mantenga la habitabilidad sino también el patrimonio", estima
Antonio Vargas. "Tendría que haber un plus de actuaciones en estos
edificios para mantener lo que le da su valor patrimonial", agrega y cita
un ejemplo muy concreto, el palacete barroco de Trinidad Grund.
"Tenía un grado de protección muy alto, pero se intentó
hacer más de lo que permite la norma, como levantar una planta más, y
rechazaron el proyecto", relata el decano del Colegio de Arquitectos.
"En muchos casos se trata de un proceso especulativo, quieren sacar más y
se fuerza la maquinaria, luego van pasando los plazos y el inmueble se
deteriora, se van perdiendo grados de protección porque ya no existen, porque
se caen y desaparecen, ciertos elementos que estaban protegidos", señala.
Entre la calle Tejón y Rodríguez y la plaza del Teatro,
lleva años alzándose el esqueleto de un inmueble con vegetación propia en su
interior. "Éste es un caso más que evidente", reconoce Vargas y
apunta a que se está dejando "que se caiga" para poder hacer el
proyecto pensado por sus promotores. Para el arquitecto y profesor
universitario, en ciertos casos "tendría que llegarse a la expropiación y
puesta en circulación nuevamente del bien" y señala la institución
competente "puede obligar, subsanar, realizar una ejecución subsidiaria o
una expropiación" al bien si sus propietarios no cumplen con su cuidado.
Son los que tienen la obligación de proteger esos inmuebles, más si cabe, si se
trata de edificios patrimoniales. Sin embargo, el decano del Colegio de
Arquitectos considera que "las administraciones son muy recelosas y más
garantistas con el bien individual que con el colectivo, con la propiedad
privada que con el derecho de la ciudadanía a poder disfrutar de su
patrimonio".
Destaca Antonio Vargas que es una cuestión de decisión
política, de prioridades de las autoridades públicas. "En todo esto
subyace la cultura del pelotazo, se compra sobre precios muy altos y se quiere
sacar la máxima rentabilidad, además un piso cerrado no pide de comer y el
promotor puede mantener un edificio sin muchos problemas", sostiene el
arquitecto. Para él, serían necesarias políticas fiscales que penalizasen la
falta de puesta en uso de un inmueble y el deterioro del patrimonio.
También destaca que, a veces, "la administración
consigue complicar la cosa y para un propietario puede ser farragoso velar por
su propio edificio, pero también dilatan esos procesos porque, a veces, les interesa".
Frente a los retrasos y demoras, las únicas herramientas son la Inspección
Técnica de Edificios y las órdenes de ejecución del Ayuntamiento, lo que está
haciendo, señala Vargas, en los Baños del Carmen. Pero esas órdenes de
ejecución enfrenta al gobierno municipal con propietarios y promotores y,
además, se necesita inversión, por lo que "son un poco reacios".
Un factor también clave en el abandono de estos inmuebles es
la estructura de la propiedad. "A veces sus dueños son personas mayores o
sus herederos quieren dar el pelotazo y no se organizan para actuar con
responsabilidad", considera Vargas. En la calle Madre de Dios, número 10,
un edificio singular no tiene aspecto de haber pasado la ITE. Otro similar, con
los vanos de la planta baja tapiados pero con las ventanas de la primera rotas
y abiertas, se corroe lentamente en la calle Dos Aceras. En Álamos, otra
fachada apuntalada y con el interior vacío. "Empezaría la promoción, la
fachada estaría protegida, la dejaron, se apuntaló y se derribó para construir,
luego les pillaría la crisis y así se quedó", aventura el arquitecto, que
también indica cómo en la calle Carretería 31 se han perdido las molduras y
hasta la Policía tuvo que actuar ante diversos desprendimientos de las
cornisas.
"El espacio público no es sólo el suelo de la calle,
los adoquines que pisamos, también lo son los edificios que las limitan",
considera Vargas mientras que indica otro ejemplo del abandono en la calle
Compañía y explica cómo en el Pasaje de Chinitas unos de los pisos que forman
el entramado tiene la cubierta destrozada y sus canalones se ven tan inestables
que una chapa metálica protege al peatón de posibles caídas de material a la
vía pública. Ésa es también imagen de ciudad, la que están acostumbrados a
recibir los malagueños que pasean por sus calles y la que perciben los que
llegan a esta Málaga "del paraíso".
C RISTINA FERNÁNDEZ /MÁLAGA HOY
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